Chile abre el primer colegio transgénero que busca cuidar del acoso a los niños

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    Chile abre el primer colegio transgénero que busca cuidar del acoso a los niños
    El país del sur marca un precedente al inaugurar este tipo de colegio.

    Chile inauguró su primer colegio para personas transgénero y aunque tiene muchos desafíos, espera ir sumando más alumnos.

    El año pasado se conoció la historia de Ángela, una chilena transgénero de 16 años, que tuvo la idea de quitarse la vida para escapar del acoso verbal y físico que padecía por parte de sus compañeros de colegio durante su etapa primaria. No obstante, al conocer del suicidio de una compañera suya víctima de hostigamientos similares, decidió hablar con su madre del tormento que vivía.

    “(Le dije) que quería morirme, que no quería seguir existiendo... Lo que me decían me hacía sentir muy mal”, relató Ángela a The Associated Press. “Fue horrible porque me trataban súper mal”.

    Ahora esta joven y más de una veintena de chilenos entre seis y 17 años que comparten un pasado de acoso han hallado un lugar para aprender en paz y tranquilidad al integrarse a la escuela Amaranta Gómez Regalado, destinado a niños y adolescentes transgénero, el primer proyecto en su tipo en Chile y América Latina desde principios del año pasado.

    El colegio lleva el nombre de una conocida líder transgénero de México y que por su origen se le denominan “muxe”, esta escuela tiene tremendos desafíos no solo económicos, sino también el ir agregando alumnos como Ángela, que en poco tiempo ya siente que por fin se le respeta como persona.

    De acuerdo a la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) indicó en el 2016 que en América Latina y en el mundo la violencia por la orientación sexual o por identidad de género “afecta a toda la población escolar ocasionando estragos en el desarrollo de las personas afectadas, en la convivencia escolar, en el desempeño académico y, en consecuencia, en la permanencia en la escuela”.

    A pesar que Chile lanzó en noviembre pasado la llamada Ley de Identidad de Género que ademite a los transgénero mayores de 18 años modificar el nombre y sexo en su partida de nacimiento, la normativa aún excluye a los menores de 14 años. Esto implica que los chicos esa edad y los 18 años deben contar con el respaldo de sus padres para que un juez decida si pueden cambiar de género. Este asunto todavía inquieta a los activistas y padres de niños trans porque consideran que la niñez o la pre adolescencia es la etapa donde los menores van descubriendo que el género con el que se identifican no corresponde a su cuerpo.

    La idea de la creación del colegio surgió a finales del 2017 en la Fundación Selenna, que acoge a menores transgénero y a sus familias, tras darse cuenta que un existe un número importante de chicos que no acaban el año escolar, desertan o no estudian, contó a la AP la presidenta de ese ente no gubernamental, Evelyn Silva.

    Es así, que los integrantes de la organización empezaron la búsqueda de varias zonas de la capital de Chile de un lugar para dictar clases hasta que una sede vecinal de Ñuñoa, un distrito de clase media de la capital chilena les mostró unas instalaciones, contó Ximena Maturana, coordinadora de la escuela.

    Si bien las clases iniciaron en abril de 2018 con tan solo cinco alumnos, incluida Ángela, la demanda fue aumentando y acabaron el año con 22 estudiantes.

    Silva y Maturana han invertido sus ahorros personales para solventar el periodo escolar, dinero que ya se ha agotado. Ambas siguen buscando financiamiento para el funcionamiento de este año, cuando su población ya es de 28 alumnos. Ante este panorama, se estableció una mensualidad que cada niño pagará 7.4 dólares mensuales, con lo que la escuela obtendría 207 dólares al mes si todos cumplen con esa cuota.

    Los profesores no reciben un sueldo y la dirección entrega a los estudiantes el material escolar necesario porque “tratamos de disminuir al mínimo las brechas para decir ‘no va a ir porque no tiene cuaderno, no va a ir porque no tiene lápices´, lo que se puede convertir en una causa de deserción”, explicó Silva.

    A pesar de la escasez de recursos, a comienzos de enero empezó a funcionar la “Escuela de Verano”, que ofrece talleres de teatro, danza y habilidades sociales para los 20 niños que se matricularon. De éstos ocho no asisten normalmente a este nuevo colegio.

    Las esperanzas para que esta inédita iniciativa siga su curso recaen en un proyecto educativo que presentaron a un Fondo Internacional Trans que tiene un premio de 20,000 dólares y que en febrero decidirá si es elegible a ese galardón. Silva afirma que, de alcanzar ese premio, el fondo estaría listo en junio.

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