Joven de 29 años en cama UCI: “Me despertó el ruido de la bolsa mortuoria”
Únete al canal de Whatsapp de WapaA través de su cuenta de Twitter, un joven de 29 años relató su dramática lucha contra el coronavirus. Aunque aún sigue hospitalizado, Gastón Abrego, de Argentina, decidió narrar los momentos de dolor y miedo que vivió por culpa de la COVID-19.
“Empecé el 4 de abril con síntomas leves, como todos. Mi salud fue decayendo. El martes 13 me empezó a faltar el aire y asistí al hospital”, cuenta en el inicio del post.
“Fue una suerte haber llegado cuando la ola aún no estaba creciendo. Me atendieron bien y rápidamente me estabilizaron. Nunca pensé que con 29 años esto se iba a complicar tanto. Quedé internado con máscara y una tomografía vio que tenía neumonía”, continua.
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Pese a su joven edad y a no tener enfermedades preexistentes, su estado de salud se complicó en demasía. Sus pulmones dejaron de responder y, en 9 días de tratamiento, Gastón explica que fueron como si hubiera envejecido 20 años por todo lo vivido.
“Entre ellos no poder dormir por la falta de aire o que la gente se muera a mi lado. Una noche después de dormir una hora sentí mucho movimiento a mi lado. El señor de la cama de al lado se estaba ahogando y las enfermeras lo estaban salvando. Todo fue en vano, dejó de respirar y nunca pudo llegar a terapia. No había lugar y su neumonía avanzó muy rápido”, argumentó.
“La imagen de verlo delicado, pero consiente en la tarde no se me va a borrar. Ya en la noche durmió y no se despertó más. No hubo abandono de nadie. A cada rato las enfermeras lo asistieron y los médicos lo visitaron para seguir evaluando su evolución. Fue muy rápido todo”, acotó el joven de 29 años.
Momentos de terror
Como su salud no mejoraba, Gastón fue trasladado a otra sala, la cual debía compartir con otros dos pacientes. La salud de uno de ellos se agravó esa misma noche y murió.
“Me despertó el ruido de la bolsa mortuoria. Fue lamentable. Fue estar frente a frente con la muerte. El señor, de unos 60 años, en la tarde había estado mandando unos audios, con esfuerzo y la enfermera le dijo que no hable y apague su celular. Él le hizo caso y su celular nunca más se prendió”.
“La medicina me seguía mantenimiento vivo pero el ambiente me venía a matar”, explicó el joven sobre el trauma que le dejó la terrible escena.
"Fue difícil no llorar frente a todo ese clima de desesperación y abandonos. No pude mantenerme a salvó de los pensamientos negativos. Incluso cuando me venían a sacar sangre pensaba en ese dolor tan impresionante de la aguja atravesando como para regresar a la batalla".
Ahora Gastón se encuentra en un Centro Integrador Comunitario en Beltrán, Mendoza, ya que su estado fue mejorando.
"No es un hotel, pero tengo paz. El clima ha cambiado y me ayuda un montón. Sé que todo sigue colapsado y no hay mucho ánimo, pero desde que llegué acá empecé a vivir de nuevo".