Claves de nutrición y cuidado capilar con la terapeuta Gladys Fonseca
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Cuando se piensa en alopecia, la mente suele ir de inmediato a lociones, pastillas o procedimientos clínicos. Rara vez se relaciona con lo que hay en el plato. Sin embargo, cada fibra capilar está hecha de nutrientes que el cuerpo recibe o no recibe a diario. La terapeuta ocupacional Gladys Samanda Fonseca lo explica con naturalidad: “El folículo funciona como una fábrica, y necesita buena materia prima para producir. Si faltan proteínas, minerales o vitaminas, esa fábrica no rinde al máximo”.
Fonseca insiste en que no se trata de transformar la cocina en un laboratorio ni de obsesionarse con suplementos. Su enfoque está en crear rutinas sencillas y sostenibles que aporten lo necesario para que el cabello crezca en las mejores condiciones posibles. Lo interesante es que no habla solo de salud capilar, sino de bienestar integral. Comer mejor no solo ayuda al cuero cabelludo, también mejora la energía, el estado de ánimo y la capacidad de afrontar la vida diaria.
En consulta, cuenta que muchas personas se sorprenden al descubrir que parte del problema estaba en los hábitos de alimentación. Pacientes que comían de forma apresurada, que olvidaban hidratarse o que seguían dietas restrictivas empezaban a notar cambios al introducir ajustes básicos. Para Gladys Samanda Fonseca, ese momento de descubrimiento es clave: demuestra que el paciente tiene poder para influir en su recuperación más allá de los medicamentos.
Hablar de nutrición no significa prometer milagros. Fonseca aclara que ningún alimento por sí solo detendrá la caída. Lo que sí puede hacer una buena alimentación es generar un terreno más favorable para que los tratamientos médicos tengan mejores resultados. Y esa es la lógica detrás de su propuesta: unir dermatología, nutrición y terapia ocupacional en un mismo plan de acción.
Lo práctico ocupa un lugar central en su manera de trabajar. Recomienda organizar menús accesibles, incorporar fuentes de proteína variadas, no descuidar la ingesta de hierro y mantener una hidratación adecuada. En lugar de largas listas de lo que se debe o no se debe comer, se concentra en ayudar a cada persona a encontrar lo que funciona para su estilo de vida. Esa personalización hace que el plan sea sostenible y no un esfuerzo pasajero.
Además de la alimentación, Fonseca invita a pensar en la relación emocional que tenemos con la comida. La ansiedad y el estrés pueden alterar tanto la dieta como la salud capilar. Por eso dedica parte de sus sesiones a conversar sobre hábitos, no con tono de regaño, sino con el objetivo de que el paciente recupere control sobre su rutina. En sus palabras, lo importante es que la persona vuelva a sentir que puede cuidarse de manera activa.
El futuro de la salud capilar, según Gladys Samanda Fonseca, también pasará por la integración de la nutrigenómica, una disciplina que estudia cómo los genes influyen en la respuesta a los alimentos. Imagina un escenario donde se puedan diseñar dietas personalizadas que respondan a la biología de cada individuo. Aunque reconoce que aún falta camino, considera que es un paso prometedor hacia tratamientos más completos.
Mientras tanto, insiste en que no es necesario esperar a que la ciencia avance para empezar a mejorar la relación entre nutrición y cabello. Comer de manera equilibrada, mantenerse hidratado y reducir el estrés son medidas al alcance de cualquiera. Fonseca recuerda que no todo depende del consultorio médico: gran parte del proceso ocurre en la mesa de cada día.
Al cerrar sus reflexiones, repite que la meta no es solo recuperar cabello, sino recuperar bienestar. Porque lo que se gana al mejorar la nutrición no es únicamente una melena más fuerte, sino una vida con más energía y confianza. Para Gladys Samanda Fonseca, ese es el verdadero valor de integrar la alimentación en el tratamiento de la alopecia.









