Paulina y Marco, la inspiradora historia de amor sobrevivente al COVID-19 y unida por la natación
Únete al canal de Whatsapp de WapaUsualmente los viernes es uno de los días que me toca descansar y los utilizo para irme a nadar, o al menos intentar creer hacerlo.
Es por ello que parto hacia la piscina municipal César Vallejo, ubicado en el distrito de Los Olivos, alrededor de las 10:30 de la mañana para así llegar con tranquilidad al turno de las 11. Pero por cuestiones de organización, el último viernes 16 de setiembre, me retrasé una hora.
Fue así que, a las 11:50, ya me encontraba en los vestidores, colocándome los implementos necesarios y así quedar apto para ingresar a la piscina. Previamente, me había percatado que ya habían personas nadando, es decir, del turno anterior.
No sé porqué razón tengo predilección por los carriles 4 y 5. Probablemente sea porque es el centro de la piscina y encuentro un "equilibrio" en ella. En esta ocasión me decanté por la 4, pues había visto que nadie la ocupaba.
Al bajar me di con la sorpresa que en realidad compartiría el lugar con dos personas: un varón y una mujer. A él se le notaba algo cansado, ella se mostraba más entera físicamente.
Mi intención era iniciar mi rutina y desafiarme. Estaba volviendo después de dos años por la pandemia y quería hacer cuatro vueltas en estilo libre sin parar en una piscina semiolímpica, es decir, 100 metros, pero el físico me alcanzó para solo tres. Sentía que me ahogaba.
La natación es el único deporte en donde respiras al revés: inhalas por la boca y exhalas por la nariz. Fue así que entre burbujeos, fui testigo de un traicionero calambre que estuvo por sufrir el buen hombre con quien compartía el carril.
- ¿Se encuentra bien?, le pregunto.
- Sí, solo es un calambre, me responde.
- ¿Cuántas horas lleva nadando?
- Desde las 11.
A los segundos llegó su esposa, presurosa ella por conocer que le ocurría al hombre con quien comparte la vida por más de 50 años.
- ¿Qué pasó?, le pregunta.
- Me quiso dar un calambre. Tengo un poco de frío.
- ¿Ya quieres salir?
- No, pero me da miedo el calambre.
- No te pares, sigue. Lento, pero sigue.
Fue así que nuevamente ambos salieron, el hombre se sentía fatigado, pero nunca se dio por vencido. Por mi parte, seguía recuperando fuerzas para volver a nadar. Una vez conseguido, sali, pero en 25 metros me volví a sentir ahogado.
- ¿Qué pasa muchacho?, me pregunta
- Me siento cansado, me falta el aire, le respondo.
- Pero si eres joven, calma esa ansiedad. Tú puedes.
- Me es muy difícil seguirle el ritmo ¿Cuántos años tiene usted?
- 82
Quedé anonadado. Yo con 29 y él con 82, haciendo idas y vueltas con una facilidad increíble. Sentí vergüenza. No porque no haya podido nadar más de lo que podía, sino por la facilidad con la que me venía rindiendo.
Decidí desafiarme, y de forma inmediata sentí una conexión mágica. Como si el agua entendiera mis miedos, me cobijara, pero a la vez me retaba a superar sus y mis límites. No obstante, nunca me sentí en peligro. Las sensaciones de ahogamiento quedaron de lado.
Es usual que entre colegas de nado se intercambien consejos y técnicas, pero en este tipo de conversación predispone, así que decidí observar en su habitat natural a ambos. El movimiento estilizado de sus cuerpos era realmente increíble, me convencí que tenía que hablar con ellos sin creer que estaba delante de una inspiradora historia de amor.
"No temas a la oscuridad, si tienes luz interior"
Marco Antonio Díaz, un marino retirado de 82 años, y Paulina Santa Cruz, una ama de casa y costurera de 75 años, llevan 56 años de casados, pero parece que lo hubiesen hecho ayer. Marco Antonio se sonrojó cuando le pedí permiso para contar su historia, mucho antes de indicarle de qué forma me gano la vida.
"Llevamos nadando más de 30 años. ¿Por qué escogimos la natación? Sucede que ambos somos asmáticos y nos recomendaron este deporte. Le ha salvado la vida a mi esposa y a mí, en esta pandemia de la COVID-19", me dice Marco Antonio quien me revela que se contagiaron del coronavirus con la variante Ómicron.
"Si quieres llegar 'viejito' y sin enfermedades, practica natación. Cero problemas de artrosis, ni dolor muscular. Nada de nada (risas)", expresó Paulina quien era muy risueña. Percibía una aura gentil y noble en ella.
"En estos dos años de pandemia, nosotros no salimos. Estuvimos con nuestra hija y ella nos cuidó. Era muy difícil decirle a mi esposo que algunos de sus amigos fallecieron (se le entrecorta la voz), pero esta situación nos ha llevado a valorar lo que tenemos", enfatizó.
"¿Cómo se conocieron?", pregunto y genera una mirada cómplice en los dos. Era fácil de interpretar la connotación de esos ojos y que explica porque llevan más de 50 años de casados. Dudan, por unos segundos, en saber quien toma la palabra.
"En Magdalena. Nos conocimos en un tiempo, pero ella tenía su enamorado. Usted me entiende, no se podía (se ríe)", me dice Marco Antonio. "Luego nos volvimos a encontrar y ahí nos unimos para siempre. Aunque la historia de mi señora es fantástica".
"Fui rescatada de un accidente en donde falleció toda mi familia. Quedé huerfana a los seis años. No tuve a nadie. Un amigo de mi papá fue quien terminó de criarme", revela Paulina.
"Incluso, no sé donde nací. En el accidente se perdieron mis papales. Dicen que nací en San Ramón (Chanchamayo), pero en realidad no se sabe. Un amigo de mi papá fue quién terminó de criarme. Al llegar a Lima, tuve que pedirle permiso a una tía para que me ceda su apellido porque estaba indocumentada. Solo así pude casarme", agrega.
"Me enamoré a primera vista, pero al inicio no podía", reitera Marco Antonio y desata una sonrisa colectiva. "¿Y cómo hacen para mantener su matrimonio?, pregunto. "Sean ustedes mismos. Conviértete en un cómplice de tu pareja para toda índole (río). Si tienes miedo o vergüenza por algo, supéralo con él o ella. De anécdotas está lleva la vida sino que aburrida ¿no es cierto? Disfrútala y no te quedes con el que pudo ser si hacía esto", finaliza Paulina.
"Yo soy un poco más serio por lo que fui marino, pero mi esposa siempre sacó ese niño interior que llevo dentro. Y a mis 82 años, me sigo sintiendo igual. La pandemia nos ha traído muchas decepciones, frustraciones, pero debemos de continuar con alegría", concluye Marco Antonio.
A ambos les estrecho la mano y me despido no sin antes de agradecerle su tiempo. Observo como Marco Antonio corre hacia el vestidor con su toalla, seguía teniendo frío. Mientras, Paulina iba con un paso más pausado y sereno. Sin duda, son el complemento perfecto.