El cerebro de nuestro bebé se va desarrollando en base al nivel de estímulos que recibe en su ambiente. Cuanto más conexiones tenga el menor con lo que hay a su alrededor será mejor.
Como madre puedes influenciar mucho en su desarrollo, ya que, al estar cerca de él generándole estímulos estarías contribuyendo con su creciemiento, sobre todo, cuando se trata de un recién nacido.
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Recuerda que los bebés comienzan a imitar lo que observan. Si ven movimientos, gestos, palabras, sonrisas, ellos buscarán hacer lo mismo.
Cuando los bebés son recién nacidos no logran ver con claridad, solo siente una diferencia de intensidad de luz u oscuridad. A penas logran percibir las cosas que estén a 25 centímetros de distancia.
A partir del primer mes, comienzan a mirar fijamente, pero sin la posibilidad de reconocer los colores, ya que, su visión continúa siendo borrosa.
Durante los dos o tres meses pueden reconocer ligeramente algunos colores primarios y brillantes, sin la posibilidad de poder diferenciarlos. Las cosas que observan cerca ya no lucen borrosas como en un inicio.
A partir de los cinco meses, las cosas van mejorando, pues empiezan a reconocer mejor los objetos a una distancia mayor. También identifican mejor los colores que estén bien contrastados. Aquí los bebés empiezan a distinguir los rostros familiares como la de la o padre.
A los seis meses tienen la vista casi como la de un adulto. Distinguen las caras de sus padres y de los demás.
Al cumplir un año, su vista será igual a la de un adulto. Reconocen el color, tamaño, distancia, rostros, etc.
Estimulamos el cerebro del bebé para que, a medida que vaya creciendo de edad, sus órganos funcionen mejor. Nos ayuda a fortalecer el envío de información importante hacia él.
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Generamos también un fuerte vínculo entre madre e hijo. Una relación de seguridad y confianza con el menor. Asimismo, esto también ayuda a mejorar la comunicación entre ambos.