Hablar solo en voz alta puede ayudarte a pensar mejor, regular emociones y tomar decisiones. Pero si se vuelve compulsivo, podría ser una señal de alerta.
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Hablar solo en voz alta. Para algunos es una rareza; para otros, una costumbre tan automática como pensar. Sin embargo, este hábito que ocurre puertas adentro y a veces en plena calle ha despertado la atención de psicólogos, neurocientíficos y terapeutas. ¿Es un signo de desequilibrio mental o una herramienta cognitiva poderosa?
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La respuesta no es tan simple. Según diversos estudios, lo que muchos consideran un comportamiento “raro” podría estar vinculado a una mejor memoria, toma de decisiones más rápida y mayor autorregulación emocional. Pero también hay un límite.
En psicología, esta práctica se conoce como “auto-habla” y consiste en verbalizar pensamientos como una forma de organizar el caos mental. El profesor Gary Lupyan, de la Universidad de Wisconsin, ha estudiado este fenómeno y asegura que decir palabras en voz alta activa zonas del cerebro que refuerzan la memoria y el enfoque.
En uno de sus experimentos más citados, los participantes que decían en voz alta lo que buscaban (como “plátano”) lo encontraban más rápido que quienes buscaban en silencio. La razón: al verbalizar, el cerebro activa imágenes, recuerdos y relaciones que agilizan el proceso cognitivo.
Observar a un niño hablando solo mientras se viste o ata los cordones no es motivo de alarma. De hecho, es una señal de desarrollo saludable. Hablarse a uno mismo ayuda a estructurar pensamientos, reforzar rutinas y mantener la atención en tareas secuenciales.
Esta misma función se traslada a la vida adulta, aunque en formas más complejas: desde repasar lo que vamos a decir en una reunión hasta motivarnos con frases como “puedo hacerlo” frente al espejo.
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La psicoterapeuta Anne Wilson, consultada por medios especializados, afirma que hablarse a uno mismo es una forma de conectar con la única persona que realmente te conoce: tú. Recomienda incluso practicarlo como técnica de autoescucha para quienes están atravesando periodos de ansiedad o confusión emocional.
Cuando el auto-diálogo ocurre en tercera persona (“Tú puedes con esto”, “No te rindas”), se ha demostrado que genera mayor objetividad y autocontrol, según publicaciones recientes de Harvard Business Review. Al hablar como si se tratara de otro, las emociones se regulan y se toman mejores decisiones.
Aunque hablar solo puede ser funcional y beneficioso, hay límites. Cuando esta conducta se vuelve obsesiva, interrumpe tareas cotidianas o incluye respuestas a “voces imaginarias”, podría ser señal de un trastorno subyacente, como esquizofrenia, depresión mayor o episodios disociativos.
En esos casos, consultar a un profesional de salud mental es fundamental. La línea entre una herramienta cognitiva útil y una señal de alarma puede ser muy delgada.