El Covid-19 afecta áreas del cerebro esenciales para la memoria, la atención y la orientación espacial.
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El fenómeno conocido como Long Covid, también llamado pos-covid, covid prolongado o covid crónico, aún carece de una definición consensuada y de una descripción precisa de sus síntomas o de la proporción exacta de personas afectadas.
No obstante, distintos estudios han avanzado en demostrar cómo la infección por SARS-CoV-2 impacta en diversos órganos, entre ellos el cerebro, provocando alteraciones en estructuras del sistema nervioso central y en biomarcadores relacionados con la enfermedad de Alzheimer (EA) y otras demencias.
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Un equipo liderado por el neuropsiquiatra argentino Gabriel de Erausquin encontró en varias investigaciones que las secuelas del covid-19 triplican la aparición de síntomas cognitivos iniciales del Alzheimer en adultos de entre 60 y 70 años que no mostraban deterioro cognitivo previo.
Estos síntomas incluyen la pérdida persistente del olfato (anosmia), fallos en la memoria a corto plazo, dificultades para organizar actividades cotidianas (función ejecutiva) y problemas para recordar palabras o nombres. La evidencia obtenida sugiere que dichos efectos podrían estar asociados a una predisposición genética compartida tanto por quienes desarrollan covid prolongado como por quienes manifiestan EA.
"En la población general de 60 a 70 años la prevalencia de los síntomas tempranos de EA oscila entre el 6 % y el 8 %. En la población pos-covid que estudiamos la tasa de prevalencia de estos mismos síntomas fue por lo menos tres veces más grande: entre el 21 % y el 30 %. Esto supone multiplicar varias veces el riesgo de desarrollar síntomas de deterioro cognitivo", sostuvo De Erausquin en diálogo con La Nación.
El especialista, que reside desde hace décadas en Estados Unidos, ocupa el cargo de profesor distinguido de Neurología y Ciencias Radiológicas, y dirige el Laboratorio de Desarrollo, Modulación y Reparación Cerebral de la Universidad de Texas, en San Antonio.
De Erausquin, de 62 años, contó que en 2020, en los comienzos de la pandemia, se encontraba en Nueva Delhi, India, participando de una reunión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) junto a otros expertos en neuropsiquiatría. “Ante la aparición del SARS-CoV-2, surgió la posibilidad de generar un protocolo para estudios longitudinales de largo aliento, combinando resultados de distintos países para estudiar las secuelas neuropsiquiátricas de la infección –relata–. Nos propusimos armar un consorcio con ese fin, el Alzheimer’s Association Consortium on the Neurpsychiatric Sequelae of SARS-CoV-2 (CNS SARS-CoV-2), que sigue funcionando y produciendo evidencia”.
Sobre cómo sabían desde el principio que el virus podría afectar al cerebro, De Erausquin detalló: “Es que se parecía al Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) y al Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS), que ya habían tenido efectos sobre el SNC –añade el especialista argentino–. Al inicio y en el pico de la pandemia, había en el consorcio representantes de más de 30 países. Hoy quedó un núcleo menor: Canadá, Australia, Reino Unido, Italia, Haití, China, India, Paquistán, Grecia, Argentina, Estados Unidos”.