Tocar madera para evitar la mala suerte es una costumbre global con raíces antiguas. Descubre su origen pagano, su vínculo con la cruz cristiana y su poder psicológico.
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En culturas de todo el planeta, desde América Latina hasta Europa y Asia, la costumbre de tocar madera al expresar un deseo o evitar el infortunio se mantiene vigente. Este gesto cotidiano, cargado de simbolismo ancestral, fusiona creencias paganas, prácticas cristianas y hasta juegos infantiles.
La teoría más extendida sugiere que, en antiguas culturas paganas como los celtas y germánicos se creía que los espíritus habitaban en los árboles, cuyos bosques eran considerados templos de divinidades de la naturaleza. Golpear o tocar madera servía para invocar su favor o agradecerles cuando se pronunciaba un deseo o se proclamaba un logro.
Durante la expansión del cristianismo, el simbolismo se reinterpretó: muchos vinculaban el gesto a la madera de la cruz, tocando relicarios o trozos de madera para buscar protección divina. Esta herencia forma parte de la cosmovisión cristiana contemporánea.
Según el folklorista Steve Roud, el hábito también pudo popularizarse a través del juego "Tiggy Touchwood" (siglo XIX), en el que los niños alcanzaban inmunidad al tocar madera.
El gesto persiste en el mundo entero:
Aunque la ciencia moderna señala que estas acciones son expresiones apotropaicas rituales para alejar el mal también cumplen una función psicológica tangible: reducen la incertidumbre y ofrecen sensación de control. Expertos señalan que, incluso entre personas escépticas, seguir estas costumbres otorga una sensación de seguridad emocional mínima pero efectiva.
Tocar madera es más que un simple gesto: es un puente entre lo sagrado, lo ancestral y lo emocionalmente humano. A través de décadas, adaptaciones culturales y reinterpretaciones, este acto ha sobrevivido como una muestra del anhelo de suerte, protección y certeza frente a lo impredecible.