Descubre paso a paso cómo preparar un ají de gallina cremoso y auténtico, con historia, sabor y beneficios nutricionales en cada bocado.
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El ají de gallina es un clásico indiscutible de la cocina peruana, cuyos orígenes se remontan a la fusión entre el manjar blanco de la España medieval y los ajíes andinos, adaptándose y evolucionando a lo largo de los siglos. Este guiso, cremoso y ligeramente picante, se ha convertido en una muestra emblemática del mestizaje culinario peruano.
La base de este platillo combina pechuga de pollo (o gallina), pan remojado en leche evaporada o caldo, ají amarillo y frutos secos como nueces o pecanas que aportan textura y sabor. El ají amarillo, ingrediente central, es rico en vitamina C, antioxidantes y capsaicina, lo que favorece el sistema inmune y el metabolismo.
Sirve sobre una cama de papas sancochadas, acompañado de arroz blanco. Decora con rodajas de huevo duro, aceitunas negras y un toque de perejil. Esta versión tradicional suave, cremosa y equilibrada es la que ha conquistado tanto peruanos como comensales internacionales.
Este platillo, inicialmente preparado con gallina, ganó popularidad usando pollo por ser más accesible. En Arequipa, se añade aceitunas y huevo directamente a la salsa, generando un sabor más intenso. Las raíces del ají amarillo también están ligadas a cultivos en Ayacucho de hace más de 7 000 años, lo que refleja la profunda conexión entre este guiso y la biodiversidad local.
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Una porción de ají de gallina, con sus acompañamientos, puede llegar a 1 000 kcal, con aporte significativo de vitamina A, calcio y proteínas. Es ideal para:
Para una versión más ligera, basta disminuir la cantidad de leche y guarnición.