Consumida con moderación, la miel puede ser un aliado para la salud. Pero, ¿Qué pasa si la incluyes a diario en tu dieta? Esto dice la ciencia.
Únete al canal de Whatsapp de WapaLa miel ha sido considerada desde hace siglos un alimento “medicinal”. Su textura dorada y su dulzura natural la han convertido en un ingrediente habitual en remedios caseros y planes de alimentación saludable. Pero cuando se convierte en un consumo diario, ¿puede traer beneficios reales? ¿O también hay riesgos? La respuesta, como en casi todo en nutrición, está en el equilibrio.
Un artículo publicado por Cuídate Plus recoge la opinión de varios especialistas sobre los efectos del consumo habitual de miel en el organismo, con especial énfasis en cómo impacta al hígado, uno de los órganos clave en el metabolismo humano.
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Según el medio español, consumir miel diariamente no es perjudicial si se hace con moderación y dentro de una dieta equilibrada. De hecho, al tratarse de un edulcorante natural rico en antioxidantes, puede ofrecer efectos positivos en diferentes sistemas del cuerpo. Pero, como advierte la nutricionista Blanca García-Orea Haro, es importante tener en cuenta su alta concentración de azúcares naturales como la fructosa y la glucosa.
“El problema no es la miel como tal, sino el exceso de azúcar en la dieta”, explica la experta citada por Cuídate Plus. Una cucharada al día puede aportar energía y ciertos beneficios metabólicos, pero un consumo elevado o sin control puede saturar la función hepática, especialmente en personas con hígado graso o resistencia a la insulina.
El hígado es el órgano encargado de metabolizar azúcares simples como los que contiene la miel. Cuando se consumen en exceso, estos azúcares se transforman en grasa, lo que a largo plazo puede contribuir al desarrollo de enfermedades como el hígado graso no alcohólico (NAFLD, por sus siglas en inglés).
La revista Harvard Health señala que el exceso de fructosa presente tanto en miel como en azúcares añadidos puede sobrecargar al hígado, aumentando el riesgo de inflamación, resistencia a la insulina y acumulación de triglicéridos.
No obstante, en pequeñas cantidades, la miel puede tener el efecto contrario: algunos estudios han mostrado que los antioxidantes presentes en la miel ayudan a reducir el estrés oxidativo en el hígado y favorecen su función depurativa.
El impacto de la miel no se limita al hígado. Su consumo regular puede incidir de diferentes formas en otros sistemas del cuerpo:
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los azúcares libres incluida la miel no superen el 5% del total de calorías diarias. En términos prácticos, esto equivale a una cucharada de miel al día en una dieta estándar de 2,000 calorías.
Además, los expertos sugieren optar por miel cruda o sin procesar, ya que conserva más propiedades antioxidantes y antibacterianas que las versiones industriales, que suelen pasar por procesos de refinamiento.
Tomar miel todos los días puede ser beneficioso si se hace con consciencia y moderación. Lejos de ser un “superalimento milagroso”, es un ingrediente natural que puede formar parte de una dieta saludable, pero que debe consumirse con respeto por sus azúcares naturales y sus efectos metabólicos.
Para personas con hígado graso, diabetes o síndrome metabólico, lo ideal es consultar a un nutricionista antes de incorporarla de forma regular. Como siempre, la clave está en el equilibrio.