"Mi Barrunto nace de la necesidad de una madre trabajadora, de la necesidad de querer comer", exclamó entre lágrimas Lucho Aranda, creador de la cevichería victoriana.
Únete al canal de Whatsapp de WapaLa necesidad, y las ganas de ayudar económicamente a su madre, llevó a Lucho Sánchez Aranda crear la tradicional cevichería "Mi Barrunto", ubicada en el distrito de La Victoria.
En un reportaje que le realizó La Revista Dominical hace algunos años, Lucho comentó pasajes de su vida que lo marcaron profundamente. Pese a que el dinero escaseaba en casa, su madre, María Aranda, lo puso a estudiar a él y a sus hermanos en un colegio particular.
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"Cada vez que venía la señorita para ver quien no había pagado (la pensión del colegio), uno salía sin que lo nombren porque ya sabía. Entonces yo le decía a mi mamá que me ponga en un colegio nacional y ella me decía que su esfuerzo era para nosotros. Ella quería que nosotros seamos alguien en la vida", expresó.
Lucho, quien era el mayor de los hermanos, se enteró que su madre tenía deudas. "Yo no me di cuenta que mi mamá tenía muchas deudas, pero mi mamá sacaba un clavo para poner otro. Yo a los 17 años me preguntaba que hacer".
Sus padres se separaron y a Lucho le tocó ser el ejemplo para sus hermanos y ser el apoyo para su madre. Así nació Mi Barrunto.
"Mi Barrunto nace de una necesidad de una madre trabajadora, de mis hermanos. De no poder tener algo normal. La necesidad de comer, de tener 10 a 15 soles para comer tranquilos y tratar de buscar algo para solventarnos. Para pagar la luz y el agua", enfatizó.
Lucho Sánchez no tenía para alquilar un local. Es por ello que acondicionó el comedor de su casa, el cual tenía medía 9 metros cuadrados con capacidad para 8 personas. "No siempre se vendía. El comienzo es duro. Vendes un sol, dos soles, tres soles", exclamó.
Sus primeras clientas eran las amas de casa del barrio que le compraban leche de tigre con el vuelto que les quedaba del mercado. Sus hermanos aún estudiaban y era imposible contratar a alguien, así que Lucho tuvo que multiplicarse para que la cevichería funcione.
"Yo mismo lo preparaba, atendía. Yo mismo me gritaba "Una gaseosa de litro" e iba corriendo a la tienda. Pedía el fiado al amigo y le traía la gaseosa. Me pedían más cancha y lo traía", dijo.
Lucho Sánchez no tenía dinero para comprar el pescado, pero aún así seguía trabajando. ¿Qué hizo? "Tuve que hacerme 'chochera' de las personas que vendían las cosas porque no tenía plata para comprarles. Lo único que tenía era la sonrisa para contarles un chiste para que te fien la mercadería", expresó.
"Tengo una anécdota que viví con mi compadre Lucas. Él vendía apio, culantro y perejil. La venta del día que hacía era de 10 soles. Llegué a deberle hasta 3 mil soles. O sea 300 días me fiaba. 300 días le daba la cara y le contaba chistes y nos tomábamos dos cervezas que él me invitaba. Parte de esa historia es que para un negocio no necesitas plata, es simplemente tener la intención de querer tenerlo", acotó.
El negocio fue conociéndose poco a poco en el barrio de La Victoria y Lucho tuvo que pedirle a su madre que le ceda su cuarto. Doña María Aranda aceptó para que su hijo pueda cumplir su sueño. "Ya tenía 8 mesas funcionando. Qué más podía pedirle a Dios", acotó.
"Mi mamá siempre me decía 'si vas a hacer algo hazlo bien. Si tú eres bueno, la gente va a venir a La Victoria a comer. A este sitio chiquito van a venir. Solo te pido que seas el mejor'. Y lo hice. Les decía a mis hermanos que confiaran en mí, que no les iba a fallar", señaló entre lágrimas.
"Acordarme de los inicios y que mi mamá no esté conmigo (se quiebra). Mis lágrimas son de agradecimiento a mi madre porque no tengo como pagarle por todo lo que hizo por mí", concluyó.
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Jonathan y Augusto Sánchez Aranda años después se unieron a su hermano Lucho y hoy trabajan en conjunto en la cevichería Mi Barrunto, en donde en un día normal pueden vender más de 2 mil platos.
Finalmente, Mi Barrunto, quien tiene 120 trabajadores, continúa en su camino de consolidarse como una de las mejores cevicherías del Perú. A diario, cientos de turistas llegan hasta sus instalaciones para probar sus platillos, los cuales han sido reconocidos, especialmente, por jugadores de la selección peruana.