La falta de profesionales capacitados impacta en la competitividad del país y retrasa el progreso de proyectos públicos y privados que necesitan de talento especializado.
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Cada año, miles de jóvenes en Perú culminan su formación en universidades e institutos técnicos. No obstante, el número de egresados no siempre responde a las necesidades del mercado laboral. Esta situación provoca un desbalance en sectores clave de la economía y reduce la disponibilidad de profesionales capacitados para proyectos de relevancia nacional.
El déficit se concentra principalmente en áreas como educación, tecnología e ingeniería. Según expertos, si no se aplican medidas de planificación académica y políticas públicas adecuadas, la brecha entre egresados y puestos de trabajo podría incrementarse en los próximos años, dificultando la inserción de nuevos profesionales y afectando la competitividad del país.
Este desajuste no solo repercute en el sector privado, sino también en instituciones públicas y programas de desarrollo, que enfrentan dificultades para reclutar personal calificado, lo cual podría retrasar proyectos e iniciativas estratégicas. Asimismo, la escasez de egresados en campos específicos limita la capacidad de innovación y la implementación de nuevas tecnologías en diversas industrias.
De acuerdo con el Centro para el Análisis de Políticas Públicas de Educación Superior (CAPPES), las carreras con mayor desbalance entre oferta y demanda son Educación Primaria, Ingeniería de Sistemas y Ciencias de la Computación. En estos casos, la cantidad de egresados no logra cubrir las vacantes proyectadas, lo que preocupa tanto a empleadores como a especialistas en educación.
En Educación Primaria, el número de egresados apenas alcanza los 1.184 docentes por año, mientras que se requieren más de 2.000 plazas para 2025. La problemática se agrava por la edad promedio de los maestros en ejercicio y la proximidad de numerosas jubilaciones. A esto se suma la caída en la matrícula de esta carrera, influenciada por factores como salarios poco atractivos y menor prestigio social, lo que podría intensificar el déficit en los próximos años.
En el caso de Ingeniería de Sistemas y Ciencias de la Computación, aunque la oferta de profesionales crece, lo hace a un ritmo menor que el de la demanda del mercado. El avance de la digitalización, la computación en la nube, la ciberseguridad, el análisis de datos y el comercio electrónico incrementa la necesidad de especialistas en programación y desarrollo de software.
Para responder a este desafío, tanto la formación técnica como la universitaria deben ajustarse, incorporando cursos de especialización y experiencias prácticas que preparen mejor a los egresados frente a las exigencias del mercado.
“No hay distancia si el egresado proviene de un instituto o una universidad; lo que marca la diferencia es la especialización. La programación y desarrollo de software a nivel técnico o profesional se ha convertido en un campo donde los que salen no dan abasto para cubrir las necesidades del mercado”, resalta Justo Zaragoza, director de ExpoUniversidad.
Otras áreas que presentan alta demanda son Administración, Ingeniería Civil, Ingeniería Industrial, Contabilidad, Economía, Ingeniería Mecánica y Metalúrgica, y Arquitectura. En varias de ellas, el número de egresados es suficiente o incluso supera lo requerido, lo que genera mayor competencia por empleos limitados y, en algunos casos, saturación laboral.
El déficit no solo afecta a las universidades, sino que también alcanza a los institutos técnicos, los cuales deben responder a la exigencia de preparar profesionales capaces de cubrir áreas estratégicas. Esta carencia representa un reto para el país, que requiere contar con personal especializado para impulsar proyectos de infraestructura, innovación tecnológica y desarrollo económico.
Los especialistas coinciden en que enfocar la formación en las carreras con mayor déficit ayudaría a cerrar la brecha laboral, favorecer la empleabilidad y garantizar que los jóvenes accedan a oportunidades acordes con sus competencias. Asimismo, las instituciones educativas podrían promover programas de actualización profesional que respondan a los constantes cambios en las demandas del mercado.