Casi 50 años después, identifican que el “hombre de Pinnacle”: era Nicholas Grubb, un veterano desaparecido. Un giro tecnológico permitió cerrar un caso olvidado y devolverle la identidad a quien yacía anónimo en una cueva desde 1977. Conoce su historia.
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Durante décadas fue conocido simplemente como el hombre de Pinnacle, un cuerpo sin nombre hallado congelado en una cueva de Pensilvania en 1977, cuyo destino parecía condenado al olvido. Sin embargo, la tecnología forense de última generación logró lo que antes parecía imposible: devolverle su identidad y cerrar un doloroso capítulo para su familia.
Todo comenzó cuando un grupo de excursionistas tropezó con un cadáver en una zona de senderismo cerca de Pinnacle, en Albany, a poco más de 120 kilómetros de Filadelfia. Era un joven, sin documentos, sin pistas, sin historia aparente. La policía local tomó registros dentales y huellas dactilares, pero los recursos forenses de los años 70 eran limitados y el caso cayó en un largo limbo.
La autopsia concluyó que el joven murió por sobredosis de fenobarbital y pentobarbital, una combinación de sedantes que suele asociarse con casos de suicidio. La escena no presentaba signos de violencia ni intervención externa, y sin pistas que ayudaran a identificarlo, el misterio se instaló por casi medio siglo.
A lo largo de los años, los investigadores intentaron conectar el cuerpo con al menos diez reportes de personas desaparecidas en distintas regiones del país, sin éxito. En 2019, fue exhumado para nuevos análisis dentales que tampoco coincidieron con registros de Florida e Illinois. Todo parecía estancado.
Pero el giro llegó cuando un detective decidió dar un paso más: ingresó las huellas del desconocido en NamUs, la base nacional de personas desaparecidas y restos sin identificar. En menos de una hora, el sistema arrojó un resultado.
El FBI confirmó lo que nadie había logrado en 47 años: el cuerpo pertenecía a Nicholas Paul Grubb, un hombre de 27 años oriundo de Fort Washington, Pensilvania. Su familia lo conocía como “Nicky”. Había perdido contacto con ellos años antes de su fallecimiento. Había servido en la Guardia Nacional y fue dado de baja con honores en 1971.
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“Estamos agradecidos por el esfuerzo constante de las autoridades, que nunca dejaron de buscar”, señaló el comunicado de la Oficina Forense, destacando el alivio de la familia al cerrar finalmente un capítulo doloroso e incierto.
Tras años de reposar en una fosa común, los restos de Grubb fueron trasladados a una parcela familiar, poniendo fin a un silencio de casi medio siglo.