El sismo de magnitud 6,1 que remeció este lunes a Lima y Callao reactivó las alertas respecto al riesgo permanente en la zona costera central, donde no ocurre un megaterremoto desde el año 1746.
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El Perú se sitúa en una de las regiones sísmicas más activas del mundo, lo que implica que su población convive permanentemente con el riesgo de enfrentar un sismo de gran magnitud. El reciente temblor de 6,1 grados que sacudió el Callao y se sintió con fuerza en Lima durante el Día del Padre ha vuelto a despertar el temor de que ocurra un evento sísmico aún más severo.
Este temor se ve reforzado por un dato inquietante: desde hace más de 200 años no se ha registrado un gran terremoto en la costa central del país, particularmente en Lima.
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De acuerdo con Hernando Tavera, presidente ejecutivo del Instituto Geofísico del Perú (IGP), el "silencio sísmico" se refiere a aquellas áreas que, pese a estar próximas a zonas con actividad reciente, no han experimentado un terremoto importante en mucho tiempo.
En un artículo publicado en El Peruano, Tavera señaló: “La acumulación de energía entre las placas tectónicas aumenta con los años y podría desencadenar un sismo de magnitud superior a 8”. Asimismo, remarcó: “Mientras más tiempo pase sin un gran terremoto, más devastador puede resultar el siguiente”.
Desde 1746, año en que Lima sufrió el terremoto más destructivo de su historia —estimado entre 8.8 y 9 de magnitud— han pasado 279 años sin que la capital y su litoral enfrenten una emergencia similar. Esta aparente calma, según el jefe del IGP, es más una advertencia que una señal de tranquilidad.
Tavera advierte que la prolongada ausencia de un gran sismo ha creado en la población una falsa sensación de seguridad, lo que aumenta su vulnerabilidad. Lima ha crecido aceleradamente y muchas de sus edificaciones, tanto antiguas como nuevas, no cumplen con normas antisísmicas. Además, existen numerosas viviendas autoconstruidas en zonas de alto riesgo.
“Cuando ocurre un sismo, el suelo se mueve en distintas direcciones y con varios niveles de intensidad. Si las viviendas no están diseñadas para resistir estos movimientos, podrían colapsar”, alertó el presidente del IGP.
Un análisis preliminar de la infraestructura limeña muestra serias deficiencias: edificaciones precarias en zonas densamente habitadas, redes de servicios públicos expuestas, hospitales y escuelas sin refuerzos adecuados, y una congestión vehicular que dificultaría la atención en casos de emergencia.