Pese a existir pruebas irrefutables de un intento de feminicidio, Brigitte Flores Luna negó en reiteradas oportunidades que su esposo, Julio César Mogollón, intentara hacerle daño tras casi quemarla viva en un surtidor de combustible en La Victoria.
Este no es el primer caso del año 2020 -pero esperemos que sea el último- en que una mujer intenta encubrir a su agresor a tal punto de retirar la denuncia efectuada en la comisaría. “Lo normal es que la persona denuncie la agresión. Pero si no lo hace ya tiene un problema serio. Emocionalmente no están bien. Es lamentable, pero esas personas sufren de baja autoestima y están habituadas a ese tipo de maltrato”, explicó la psicoterapeuta Liliana Tuñoque a Wapa.pe.
Según la doctora Tuñoque, las personas que niegan una agresión es porque sufren dependencia emocional, psicológica y hasta económica. No pueden estar solas por, muchas veces, culpa de su entorno, es decir, que su círculo más cercano, como en su familia o amigos, ha normalizado el maltrato.
“Ellas no son conscientes que su vida corre un latente peligro. Eso ya es más que un problema de pareja, es un problema patológico que se confunde con la costumbre”, manifestó.
Sin embargo, muchas veces la culpa no solo recae en las víctimas de agresión, sino que es un problema de quienes imparten la ley. “Ante la inoperancia de las autoridades, ellas piensan que no hay solución, porque sienten que las autoridades minimizan el asunto, a tal punto de tildarlo solo como un problema de pareja. Sin saber las graves consecuencias de esa dejadez”.
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El tratamiento que debe llevar una persona que negó una evidente agresión es el siguiente: “Primero debe realizar la denuncia correspondiente, luego la mujer agraviada debe someterse a una prueba en el hospital. Por qué si normaliza estas agresiones, ya no estamos hablando solo de un problema psicológico, tiene que ser tratada psiquiátricamente y, si lo requiere, ser medicada”, puntualizó la doctora Tuñoque.
Por último, la psicoterapeuta consideró que este trastorno se puede asemejar al Síndrome de Estocolmo, en el cual la víctima crea afinidad con su secuestrador porque se desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo.