En el 2000 tras la difusión de los vladivideos, se puso al descubierto la gran red de corrupción del gobierno fujimorista que muchos habían denunciado durante la década del noventa.
La situación había llegado al límite y un conjunto de factores hizo que la gente vuelva a despertar y saliera a la calle para manifestarse, protestar y afirmar la dignidad de la nación.
En ese contexto, uno de los gestos más significativos fue la intervención del Lavado de la bandera, iniciativa de un conjunto de artísticas plásticos organizados por el Colectivo Sociedad Civil, al que se sumaron muchos ciudadanos de forma espontánea y democrática.
Entre los promotores más destacados se encontraban Gustavo Buntinx, Claudia Coca, Emilio Santisteban, entre otros. También se sumaron figuras públicas como la actriz Mónica Sánchez.
Este movimiento congregó a una gran cantidad de personas (sobre todo mujeres) que concurrían a la Plaza de Armas todos los viernes pasado el medio día para lavar el símbolo patrio y colgarlo limpio frente a Palacio de Gobierno.
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La potencia del acto simbólico fue tal que muchos colectivos y organizaciones lo han replicado en años posteriores y, aunque a veces se ha desvirtuado, ha quedado como un emblema de la lucha contra la corrupción.
Hoy, que esta se ha vuelto a hacer evidente, gestos como el Lavado de la bandera adquieren renovada pertinencia.