Las personas que han vencido la COVID-19 tienen un tipo de células que pueden generar anticuerpos durante toda su vida, de acuerdo a un estudio publicado en la revista Nature.
Los científicos, liderados por Ali Ellebedy, de la Universidad de Washington, analizaron la producción de anticuerpos en 77 personas que habían tenido, en su mayoría, coronavirus leve y encontraron que tenían células plasmáticas de vida larga en la médula ósea.
Estas células se mantienen en estado “latente” y actúan cuando el organismo se enfrenta a una nueva infección, ya que pueden ‘recordar’ partes específicas del patógeno, en este caso, el coronavirus SARS-CoV-2, que produce el COVID-19.
El estudio científico sugiere que los casos leves dejan a los infectados con una protección duradera de anticuerpos y que “es posible que los brotes repetidos de la enfermedad sean poco frecuentes”.
“Una célula plasmática es nuestra historia de vida, en términos de los patógenos a los que hemos estado expuestos”, le dijo Ellebedy a Nature, en referencia al potencial de estas células para seguir produciendo anticuerpos durante años.
Ellebedy recordó en un comunicado que hace meses se informó de que los anticuerpos disminuyen rápidamente tras la infección y “los medios de comunicación interpretaron que la inmunidad no era duradera”.
Sin embargo, el experto señaló que “eso es una interpretación errónea de los datos. Es normal que los niveles de anticuerpos disminuyan tras una infección aguda, pero no bajan a cero, sino que se estabilizan”.
En este caso, indicó, encontraron “células productoras de anticuerpos en personas once meses después de los primeros síntomas. Estas células vivirán y producirán anticuerpos durante el resto de la vida de las personas. Eso es una prueba sólida de una inmunidad duradera”.
Durante una infección vírica, las células inmunitarias productoras de anticuerpos se multiplican rápidamente y circulan por la sangre, haciendo que los niveles de anticuerpos se disparen. Una vez resuelta la infección, la mayoría de esas células mueren y los niveles de anticuerpos en sangre descienden.
Sin embargo, una pequeña población de células productoras de anticuerpos, denominadas células plasmáticas de larga vida, migran a la médula ósea y se instalan allí, desde donde secretan continuamente niveles bajos de anticuerpos en el torrente sanguíneo para ayudar a protegerse de otro encuentro con el virus, añade el comunicado.
Para averiguar si las personas que se han recuperado de casos leves de COVID-19 tienen células plasmáticas de larga duración contra el SARS-Cov-2, el equipo usó muestras de sangre, a intervalos de tres meses, comenzando aproximadamente un mes después de la infección inicial.
La mayoría de los participantes había tenido casos leves de COVID-19, solo seis habían sido hospitalizados.
El equipo obtuvo, además, muestras de médula ósea de algunos de los participantes en dos momentos diferentes y también se tomaron muestras de once personas que no habían pasado la enfermedad.
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Como se esperaba, los niveles de anticuerpos en la sangre de los participantes disminuyeron rápidamente en los primeros meses después de la infección y luego, en su mayoría, se estabilizaron con algunos anticuerpos detectables incluso once meses después de la infección.
Además, quince de las diecinueve muestras de médula ósea de personas que habían pasado la enfermedad contenían células productoras de anticuerpos dirigidos específicamente contra el virus.
Esas células aún podían encontrarse cuatro meses después en las cinco personas que volvieron a proporcionar una segunda muestra de médula ósea. Con información de EFE.
Son una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos. En los humanos, se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS).
Es la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha descubierto más recientemente. Tanto el nuevo virus como la enfermedad eran desconocidos antes de que estallara el brote en Wuhan, China, en diciembre de 2019.