Antes de que el coronavirus sea declarado como pandemia por el Organización Mundial de la Salud, incluso antes de que llegara al Perú, los Fusco ya habían perdido a cinco miembros de su familia por culpa de la COVID-19, según informa The New York Times.
El coronavirus mató a su madre, a tres hermanos y a una tía en menos de un mes, además de tener a otra gran parte de su familia conectada a un respirador artificial, mientras experimentaban con ellos en busca de encontrar un remedio para la enfermedad.
Los Fusco, sin querer, fueron pioneros de la enfermedad en Estados Unidos, donde a mediados de marzo todo era desconocido sobre el virus que, hasta el momento, ha matado a más de 126 mil personas en dicho país.
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Desde entonces, otros 19 miembros de la familia contrajeron el virus, aquellos que sobrevivieron a la COVID-19 no salieron ilesos.
Joe Fusco, de 49 años, perdió 25 kilos y pasó 30 días conectado un ventilador para vivir. Por su parte, su hermana, Maria Reid, de 44 años, aún no supera las alucinaciones incoherentes que la acosaron durante los 19 o 20 días en que estuvo inconsciente. Ellos se convirtieron en el eje de la familia.
El 13 de marzo, Rita Fusco Jackson, de 56 años, se convirtió en la segunda persona en morir de la COVID-19 en Nueva Jersey, el segundo estado más golpeado por la pandemia con casi 15 mil muertes.
En la semana siguientes, su madre, Grace Fusco, de 73 años, y dos hermanos, Carmine, de 55 años, y Vincent, de 53 años, también habían muerto. La hermana de Grace Fusco, en Staten Island, murió semanas después.
Aunque se desconoce a ciencia cierta como llegó el virus a su familia, Carmine Fusco, el hijo mayor que estaba de visita desde Pennsylvania, dijo que sintió escalofríos durante una cena familiar que reunió a cerca de 25 parientes un martes en Freehold. Esto ocurrió la primera semana de marzo.
Desde entonces, uno por uno fue desfilando por el hospital al presentar casi todos los síntomas del coronavirus. Joe Fusco, a quien mencionamos en los primeros párrafos, recuerda haberse despertado sintiéndose “golpeado” la mañana después de la cena, celebrada en la casa donde vivía su madre con tres de sus hermanos y sus familias.
Fue internado unos días después en el nosocomio, donde permaneció en cama 44 días mientras los doctores intentaron de todo para tratar de salvarle la vida. Fue un constante ensayo y error, pues por esos días aún se desconocía que recetar para vencer al coronavirus.
“Cuando salía del hospital, el doctor dijo: ‘No tienes idea de la deuda de gratitud que el mundo le debe a tu familia’”, dijo Fusco, padre de tres hijos de entre 10 y 18 años.
Tras darse a conocer su caso, los Fusco se convirtieron en el ejemplo de la familia en la que nadie se quería convertir. Tras perder a cinco de sus miembros, se juraron a si mismos no perder ni uno más.
Por lo que presionaron a los doctores, gracias a cierta ayuda que encontraron dentro del parlamento de los Estados Unidos, para que probaran una variedad de tratamientos que aún era experimentales: remdesivir, plasma convaleciente, hidroxicloroquina.
“No me importaba si les daban veneno para rata si me dijeran que eso los mejoraría”, relató Elizabeth Fusco, de 42 años.
Es así que gracias a los Fusco se dieron las primeras luces de como se debía tratar a un paciente con coronavirus cuando el virus aún no era la lamentable realidad de casi todo el mundo.
Pese a aún tener secuelas de la COVID-19, Joe Fusco dijo que seguía frustrado por las actitudes indolentes de las personas que se aglomeraban cerca de las playas o afuera de los bares sin mascarillas.
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“Estos idiotas están allá afuera y no toman precauciones”, dijo. “No usan cubrebocas. Y no hacen lo que se supone que deben hacer. Están locos”, contó a The New York Times.
“Quiero ayudar a alguien, esto no ha terminado en lo más mínimo. No quiero que nadie más tenga que perder a cinco miembros de su familia”, aseveró.