Al igual que la alimentación, educación y desarrollo físico, la conducta también es un punto muy importante que los padres no deben olvidar en la crianza de sus hijos. Asimismo, se deben crear valores en los niños.
Pero, ¿qué pasa si los niños empiezan a tener problemas de conducta a pasar de los esfuerzos de los padres? Ante esta situación, en las siguientes líneas te mostramos algunas pautas para prevenir las actitudes negativas de tus hijos, señalados en el portal Eres mamá. ¡Atenta y toma nota!
Es muy importante comunicarle al niño cómo va a ser la situación con las que se va a encontrar, y qué conducta se espera de él en dicha situación.
Explícale también las consecuencias que se derivarán de un buen y un mal comportamiento, centrándote, sobre todo, en las consecuencias naturales y no en castigos impuestos. Es decir, si va a un hospital, explícale que, si grita, puede despertar a una persona enferma que necesita descansar, en lugar de amenazarle con un castigo.
Un error que muchos padres cometen es creer que sus hijos son sus posesiones. Nunca olvides que tu pequeño es un ser humano y merece ser tratado con respeto y dignidad. Así que, no le chilles, le insultes o le humilles. Al contrario, háblale con un tono de voz calmado, escucha sus motivos y conversa con él.
Muchas veces, sin darnos cuenta, prestamos más atención a lo que el niño hace mal que a lo que hace bien. Le repetimos continuamente sus errores y le retiramos nuestra atención cuando está tranquilo y calmado. Trata siempre de resaltar sus virtudes y sus logros, y prémialo con tu atención siempre que actúe correctamente.
Si ante la conducta de tu hijo te desesperas, levantas la voz o pierdes el control, no lograrás ningún beneficio e, incluso, puede salir perjudicado vuestro vínculo. Usa un tono firme pero calmado para dirigirte a él, siendo, de esta manera, tú misma un modelo de conducta.
Muchas veces tenemos la tendencia a enredarnos en discursos y explicaciones sobre por qué nos disgusta o nos enfada lo que el pequeño ha hecho. Esto, generalmente, suele desembocar en una discusión poco fructífera. En su lugar, limítate a aplicar las consecuencias previamente acordadas con el niño, sin enfadarte ni recriminarle. En definitiva: actúa con amor.
Trata de no centrarte solo en la consecución de la conducta final y valora cada pequeño paso que el niño da en la dirección adecuada. Incluso un esfuerzo por su parte, aunque no haya logrado lo esperado, debe ser reforzado y tenido en consideración.