Frances H. Arnold, ganadora del Nobel de Química junto a George Smith y Gregory P. Winter por los avances en el desarrollo de proteínas a partir del aprovechamiento del poder de la evolución, cree que en el futuro próximo habrá “una oleada de premios Nobel de Química para mujeres”.
“No hice ninguno de estos experimentos sin mi equipo. Trabajamos en grupo. El Nobel me lo llevo yo, pero somos un grupo que ama lo que hace. Esto lo he conseguido con ellos”, señaló Arnold en una conferencia de prensa organizada en el California Institute of Technology (Caltech), de Pasadena.
Arnold es la quinta mujer en lograr el Nobel de Química después de Marie Curie (1911), Irène Julíot-Curíe (1935), Dorothy Crawfoot Hodgkin (1969) y Ada Yonath (2009).
“Hay mujeres brillantes en este campo. Vamos a ver una oleada de premios Nobel de Química para mujeres”, declaró Arnold al ser preguntada por la escasa representación femenina en la historia de estos galardones.
“Puede que las mujeres hayamos llegado a la química un poco más tarde que los hombres, pero mientras animemos a todo aquel que se quiera dedicar a esto, independientemente de su raza o su sexo, habrá más premios como este para las mujeres. Tendrán mucho éxito”, apuntó.
La Academia distinguió a Arnold por impulsar la primera evolución dirigida de enzimas.
Su trabajo ha revolucionado tanto la química como el desarrollo de nuevos medicamentos y sus métodos han posibilitado una industria más limpia, producir nuevos materiales y biocombustibles, mitigar enfermedades y salvar vidas, destacó en su fallo la Real Academia de las Ciencias Sueca.
“Mañana mismo regreso de vuelta al laboratorio. Nuestro objetivo es hacer química que sea compatible con la vida y para ello empleamos recursos renovables”, declaró.
Queremos desarrollar una ciencia y una tecnología que nos ayude a sobrevivir y prosperar en este planeta, y compartirlo con el resto de criaturas que lo habitan”, añadió.
Arnold se interesó a finales de 1970 por el desarrollo de nuevas tecnologías, primero con energía solar y luego con ADN, pero en vez de usar la química tradicional para producir fármacos o plásticos, pensó en recurrir a las herramientas químicas de la vida, las enzimas, que catalizan las reacciones en los organismos vivos.
Tras años intentando reconstruir enzimas para darles nuevas propiedades optó a principios de la década de 1990 por un nuevo enfoque: usar el método de la naturaleza para optimizar la química, la evolución.
Creó cambios aleatorios en el código genético de la subtilisina y los introdujo en bacterias que producían miles de variaciones de esa enzima, algunas de las cuales rendían 256 veces mejor disueltas en dimetilformamida (un disolvente orgánico) que la original.
Arnold se lleva la mitad de la dotación económica del premio, 9 millones de coronas suecas (cerca de un millón de dólares), un dinero que pretende donar a Caltech, el instituto donde desarrolla su labor.
“Es una joya de institución. Es el lugar que me inspiró. El lugar donde la gente piensa a lo grande y donde trata de solucionar los mayores problemas existentes. Eso siempre me llevó a exigirme más y a tratar de hacer lo que los demás no podían. Elegí hacer lo que otros no sabían hacer”, afirmó.
“Esa valentía”, agregó, “es parte de esta institución”.
Con información de Efe.