"Son el mejor amigo del hombre", dice aquella frase que destaca la fidelidad de los perros como una forma de agradecimiento a sus dueños por todo el cariño mostrado. Un claro ejemplo fue protagonizado por un cachorro que acaparó la atención de la prensa hace más de 70 años cuando la televisión a blanco y negro pregonaba.
Nos referimos a "Lampo", un peludo de color de pelaje claro que vivía en la estación de trenes de Capiglia Marittima, situada en Toscana, Italia, y aprovechando su pequeña estatura para pasar inadvertido e ingresar a los vagones para disfrutar del paseo.
Las travesuras del animal fueron vistas por Elvio Barlettani, trabajador dedicado a la venta de boletos, quien observó la situación y buscaba una solución para tranquilizar el asunto a fin de evitar problemas con sus jefes, pero fue sorprendido en su oficina por el can dando inicio a una gran amistad.
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Fue desde entonces que ambos se volvieron inseparables y recibió el apodo de "perro viajero" para, más adelante, asumir la función de acompañante de la pequeña hija de Elvio que estudiaba en la ciudad de Piombino.
Según fuentes cercanas, los viajes de "Lampo" no siempre eran de primera clases porque hubo varias oportunidades que fue metido a un convoy de mercancía durante el trayecto a Nápoles, pero que logró regresar al hogar donde estaba su familia sin algún inconveniente.
La proeza del animal había sido resaltada por el resto de funcionarios del servicio para designar al peludo como la mascota del lugar tras vivir por más de 8 años en la estación de trenes de Capiglia Marittima antes de fallecer en 1961 por un accidente de tránsito.
El perro había sido atropellado mientras intentaba cruzar la pista por un vehículo que transportaba mercancía, construyendo una estatua en su honor.