Las ceremonias de matrimonio celebradas en diversas provincias del Perú no escatiman en gastos. Antes de la pandemia de la COVID-19, era común ver cientos de estos eventos y, con la reactivación de los negocios, vuelven por todo lo alto.
En Huancayo, el matrimonio no solo consiste en amor, sino también en solvencia económica y así lo demuestran una y otra vez las bodas en Junín.
Allí, una celebración no puede pasar desapercibida e, incluso, puede durar varios días. Sin embargo, los novios pasan de ser los protagonistas a los espectadores, recibiendo a sus invitados con costosos regalos.
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Parece que no hay límites. La tradición se impone a la billetera y el afecto se mide en el valor económico del objeto, que puede llegar hasta la compra de autos cero kilómetros y viajes al extranjero.
Pero también hay casos sobre la entrega de terrenos, departamentos y hasta casas amobladas.
Aunque este tipo de festejos son conocidas como “bodas huancaínas” o “fiestas de abundancia”, no es propio de Huancayo, sino también ocurre en Juliana y Cusco.
Las bodas en el interior del país son envidiables por miles de novios en Lima. Y es que ya quisieran tener esos padrinos que hasta regalan camionetas del año.
Pero el resto de invitados no se queda atrás, porque se aportan con decenas de cajas de cerveza o dinero en efectivo. Aunque parece demasiado, es su forma de demostrar su cariño.
Además, la música siempre está presente en los matrimonios y, para ello, contratan a las orquestas de moda o, mejor aún, a los artistas de folclore del momento.
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Los recién casados agasajan al padrino con comidas típicas. En agradecimiento, el invitado se convierte en el emisor de abundancia, entregando cuantiosos regalos.