Polémica internacional: Programa chileno afirma que los picarones son originarios de Chile y no del Perú
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Un nuevo episodio de tensión cultural entre Perú y Chile se desató esta semana tras un comentario del periodista chileno José Antonio Neme durante un programa de la cadena Mega.
En horario estelar, Neme declaró con firmeza: “Yo creo que el picarón es chileno… ¡Y me da lo mismo!”. La afirmación, rápidamente replicada en redes sociales, generó una ola de reacciones por parte de usuarios peruanos, quienes defendieron la pertenencia del dulce como parte integral de su patrimonio culinario.
Aunque la discusión no es reciente, reaviva el recurrente enfrentamiento entre ambas naciones por la autoría de productos y manifestaciones culturales similares, pero con orígenes bien documentados. En este caso, el debate gira en torno a un dulce hecho a base de masa con harina, camote y zapallo, bañado en miel de chancaca. En Perú, es un postre tradicional presente en calles, festividades y eventos religiosos; en Chile, en cambio, su presencia es más limitada y menos representativa.
Cabe resaltar que Neme no proporcionó respaldo histórico ni fuentes para sustentar su afirmación. Su comentario se suma a episodios anteriores, como el de 2019, cuando la Marca Chile compartió en Facebook una publicación que sugería que los picarones formaban parte de su gastronomía, lo que desató fuertes críticas hasta que el post fue retirado.
Lejos de ser un simple asunto de orgullo gastronómico, la reacción peruana apunta a la defensa de una herencia cultural con bases documentadas.
Respaldo histórico de los picarones en Perú
La historiadora Rosario Olivas Weston, especializada en la evolución de la cocina peruana, sostiene que “los picarones son una creación peruana, resultado de un largo proceso de mestizaje entre ingredientes andinos y técnicas traídas por los españoles”. Detalla que ya en épocas prehispánicas se preparaban frituras con camote y zapallo, y que, con la llegada de los colonizadores, se incorporaron elementos como la harina de trigo, la levadura y el azúcar.
“La receta evolucionó hasta tomar la forma actual, con el agujero en el centro, similar a un donut, pero con una textura y sabor propios”, señala Olivas. Durante el virreinato, estos dulces eran vendidos por mujeres en calles y plazas, especialmente en celebraciones religiosas, convirtiéndose en un oficio popular entre las vendedoras ambulantes.
