El mundo al que nos referimos en el siguiente informe podría también decirse que es un lugar al que no ha llegado la COVID-19, en el que no se impone el uso de la mascarillas bajo amenaza de multa, y los niños pueden ir tranquilamente al colegio, abrazar a sus abuelos, y ningún amigo se queda sin permitirse encontrarse en una cena.
Según con la definición contemporánea, en el mundo quedan solo diez paraísos: las islas Palaos, Micronesia, Nauru, Kiribati, las islas Marshall, Tonga, Samoa,Tuvalu, Vanuatu y las islas Salomón. Son los únicos países a los que aún no ha llegado el virus, gracias a su ubicación remota en medio del Pacífico y que desde marzo tienen las fronteras totalmente herméticas.
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Cuando hace cinco meses el seminarista inglés Sam Rylands se quedó atrapado en Honiara, la capital de las islas Salomón, pensó que era una desgracia y rogó al Gobierno británico que lo repatriara. Estaba convencido de que si el coronavirus encontraba el modo de colarse, sería un desastre por la falta de camas de cuidados intensivos en los pocos hospitales que hay. Sin embargo, ha pasado la primavera, y casi el verano, y la COVID-19 sigue sin hacer acto de presencia.
Se trata en muchos casos de naciones que viven del turismo, y cuyas economías se han resentido mucho. El PIB de Vanuatu ha caído un 9.8% desde marzo; el de las islas Palaos, un 9.5%; el de las islas Salomón, un 6%; el de las Marshall, un 5.5%, y el de Samoa, un 5%. Los hoteles han cerrado, y sus trabajadores se dedican a hacer reparaciones y tareas de mantenimiento, pero hasta las cosas que hay que arreglar se acaban, según reporta La Vanguardia.
Vivir en una burbuja es complicado, aunque te libre de la plaga, y los dirigentes de estos paraísos del Pacífico se plantean como posible salvación de cara al otoño la creación de corredores aéreos con Australia y Nueva Zelanda para que lleguen turistas de Oceanía con sus divisas. Pero esa solución parece lejana, porque los gobiernos de Auckland y Canberra experimentarán primero la fórmula entre ellos dos, antes de abrirse a los vecinos.
Las islas Marshall, repartidas en una enorme extensión de cuatro mil kilómetros, dependen de la pesca además del turismo, y todos los barcos procedentes de países infectados (es decir, casi todos los del planeta) tienen prohibido desenbarcar en sus puertos, y hasta los que transportan combustible, contenedores y bienes de primera necesidad han de pasar una cuarentena en aguas internacionales antes de recibir el visto bueno de llegar.
Las autoridades de Vanuatu han recurrido a la imaginación para solventar los problemas económicos derivados del doble golpe de la pandemia del coronavirus y del ciclón Harold , que causó muchos daños en abril, y venden la nacionalidad del país por cien mil euros.
La iniciativa ha tenido tanto éxito que 650 personas han adquirido el pasaporte desde principios de año, superando todas las previsiones y permitiendo pagar buena parte de la deuda acumulada. Cuatro de los beneficiarios, de nacionalidad china, fueron detenidos a instancias de la Interpol por estar involucrados en una trama de falsificación de moneda.
Los españoles, por su parte, no necesitarían pagar un buen pellizco por el pasaporte de Vanuatu, capital Port Vila (que suena a catalán), de no haber vendido en 1899 a Alemania por 25 millones de pesetas sus últimos reductos coloniales en la Polinesia, donde había puesto el pie en los siglos XV y XVI, pero no los utilizaron nunca excepto para enviar misioneros.
Hay quien sostiene que las islas coralinas de Guedes y Pescadores, Coroa y el islote Matador (parte de Micronesia) son técnicamente parte de España, porque no se hace mención de ellos en el tratado Hispano-Germano. Algunos están hundidos o deshabitados, pero hasta allí se sabe que Messi se quiere ir del Barça.
Son una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos. En los humanos, se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS).