Hoy 30 de agosto es feriado para celebrar a Santa Rosa de Lima, la patrona del Perú, América y las Filipinas, también la santa oficial de la Policía Nacional del Perú y las enfermeras. ¿Sabías que Ricardo Palma dedica tres de sus tradiciones a la figura de Santa Rosa? En esta nota te detallamos cada hermoso texto, uno de los mejores homenajes a Isabel en su día.
Como se recuerda, Santa Rosa de Lima, cuyo nombre es Isabel Flores de Oliva, es una figura importante para el Perú, pues representa un símbolo de integración de la sociedad del país. Ella, fue una de las primeras en recibir el reconocimiento canónico de la Iglesia Católica y ser nombrada santa por el papa Clemente X en 1671.
Por todo ello, una de las tradiciones de Ricardo Palma sobre Santa Rosa de Lima era cuando ella estaba en la etapa de adolescente y vivía en Quive. Las otras dos tienen que ver con su etapa de recogimiento.
Aquí, Ricardo Palma cuenta la explicación del refrán tan popularizado en el siglo XIX como fue: “Esquive vivir en Quive”. Por los años en que la familia Flores Oliva residió en Quive, en la provincia de Canta, pasó por ahí el arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo en recorrido de evangelización, impartiendo a los fieles el sacramento de la confirmación. Fue advertido por el párroco de la poca fe en la doctrina católica de los naturales. Ya en la iglesia encontró sólo tres niños, entre ellos una niña, Rosa.
Luego de la ceremonia salió desmoralizado de la iglesia y otros niños lo insultaron en quechua. Santo Toribio de Mogrovejo no los bendijo, sino murmuró: “¡Desgraciados! ¡No pasaréis de tres!”. Desde esa fecha han sucedido en Quive innumerables calamidades, como derrumbes, temblores, pérdidas de cosechas; por lo que ha quedado prácticamente deshabitado, a no ser por tres familias que han quedado. Ricardo Palma termina esta tradición señalando la falta de cuidado de los canteños para la conservación de la casa que
En esta tradición, el reconocido Ricardo Palma, quiere explicar la presencia de las primeras rosas en Lima. La casa de la familia de la Santa Rosa colindaba por la parte de atrás con el hospital del Espíritu Santo, lugar donde los marinos españoles “pagaban la chapetonada” de llegar a América (enfermaban de terciana y disentería).
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El lugar era al principio un terreno sin finalidad alguna hasta que Rosa lo convirtió en su “huerto y jardinillo”. Brotaba de manera espontánea rosas a pesar de que era sabido que en el nuevo mundo no se conocían esas plantas: “Las rosas no se producían en el Perú, pues según lo afirma Garcilaso en sus Comentarios Reales, los jazmines, mosquetas, clavelinas, azucenas y rosas no eran conocidos antes de la conquista”.
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Y se pusieron de moda no sólo para embellecer sino también para curar; los médicos encontraban propiedades medicinales en sus hojas secas. Mendiburu asegura que las primeras rosas que hubo en Lima fueron las del jardín del Espíritu Santo, confundiéndose este jardín con el de Santa Rosa. Cuenta la anécdota de que el Papa Clemente IX al sentir una ligera desconfianza de que hubiera una Santa limeña murmuró: “¿Santa? ¿Y limeña? ¡Hum, hum! Tanto daría una lluvia de rosas”. Y rosas perfumadas cayeron sobre la mesa.
En esta tradición, Palma cuenta la afinidad que tenía Rosa de Lima con los animalitos de Dios. En el huerto que habitaba la Santa se formaban pequeños pantanos en los cuales había infinidad de mosquitos. Rosa hizo un pacto con ellos: ella no los molestaba y ellos no la molestaban. Ese pacto se cumplió e incluso juntos alababan a Dios, ellos obedecían a Santa Rosa.
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Un día la visitó una beata llamada Catalina, la cual al verse atacada por los mosquitos de una manotada mató uno. Rosa le dijo que no los mate y ordenó a estos bichos que no molestaran a su amiga. En efecto, ninguno volvió a picar a la beata. En otra oportunidad se dice que castigó a la beata Frasquita Montoya, que nunca se acercaba a la ermita por miedo a que la picasen. Rosa mando a tres mosquitos a que la picasen en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y así sucedió.