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18 Oct 2019 | 9:55 h

Ella Baila Sola capítulo II

Mayra Coutoy 'Ella Baila Sola' en el capítulo 2 de su historia.

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    Perdí el vuelo. No por impuntual sino por olvidadiza. La cuestión es que puedo reconocer cuando la vida me quiere enseñar cosas, pero hace mucho no regresaba a mí esta capacidad.

    Ustedes me vieron hacer maletas. Estaba cansada, eran pocas horas antes de mi vuelo y no fue buena idea mezclar ambos factores.

    ¿Qué pasaba conmigo? La escuela es un lugar difícil principalmente por el hecho de que es casi como un internado. Por supuesto que puedo salir cuando quiera, pero estoy todo el día en clase. Y honestamente, no tenía el entusiasmo necesario para ir. Estaba pensando sobretodo en todo lo que dejaba y no en lo que en Cuba me esperaba. Me di cuenta de que mi inconsciente hizo que pierda el vuelo y agradecí mucho pasarme los siguientes dos días – hasta que volara por fin- en mi cama durmiendo o viendo series en mi sala. Me iría de Lima dejando algunos pendientes y esa sensación de no concluir mi estancia ahí me atormentaba.

    Cuando mi familia llegó a mi casa para recogerme y llevarme al aeropuerto, bajé la mitad de mis maletas y accidentalmente dejé las llaves de mi casa y otros documentos importantes para el viaje dentro de casa. ¡Qué mala suerte! Pensé. Dos cosas malas en un solo día.

    No presionarte con pensamientos negativos

    Frustrada y molesta conmigo misma por mi falta de organización y por no prever decidí – en medio de una cola infinita para cambiar mi vuelo- que tenía que soltar esa tensión. Ya no había manera de subirme a ese avión. ¿Por qué me iba a seguir presionando con pensamientos negativos contra mí misma? No había salida posible en ese momento. Debía soltar la tensión y buscar soluciones. Y felizmente, la encontré y no salió tan caro como esperaba. Seguía intentando deshacerme de los malos pensamientos de regreso a casa. No quise pensar más y me dormí. Al despertar agradecí permanecer en mi cama, almorzar olluquitos y ver un par de días más a mi familia, ordenar bien mi casa esta vez.

    Luego de soltar mi frustración y aceptar mi realidad, comencé a notar que quería volver. Había cerrado ya mi capítulo en Lima y quería ir por todo eso que en Cuba me esperaba. Tampoco es que mi entusiasmo estaba al cien porciento pero podía reconocer que ya estaba lista para Cuba.

    Todo salió bien. Hice un poco de trampa llevando más peso del permitido en mi maleta de mano y lo logré. Contrabandeé queso fresco (en Cuba hay otros quesos pero no fresco y está prohibido importar productos frescos hacia cualquier destino), y encima en el avión, los dos asientos a mi lado estaban libres así que dormí echada durante todo el vuelo, tan profundamente que me perdí el desayuno y el almuerzo.

    Francisco, un gran amigo y compañero argentino me esperaba a la salida del aeropuerto como sorpresa. Julieta y yo cruzamos la puerta de aduanas como quien cumple un reto de vida o muerte.

    Gracias.

    Gracias, vida. Tengo que ser más organizada, darle tiempo a lo que necesita tiempo, incluso mis sentimientos. Son procesos que hay que respetar. Gracias vida por enseñarme con tantos conflictos como si viviera en una película, que debo respetar tanto a los demás como a mí misma. Darme espacio y disculparme por mis errores. No soy ni tonta, ni mala suerte, ni incumplida. Cometí un error y eso es lo único que debería decirme para luego perdonarme. El perdón es lo que debía aprender. Y gracias a mi familia por llevarme dos veces al aeropuerto de madrugada. Ya estoy en la escuela. Les contaré luego.