Estos animales son maximizadores racionales y no tienen aversión por la desigualdad porque cuando pueden ganar algo, lo toman independientemente de cómo afecte eso a otros animales de su especie.
La investigadora Nereida Bueno ha participado junto con sus colegas Montserrat Colell, de la Universidad de Barcelona, y Christoph J. Völter, África de las Heras y Josep Call, los tres del Instituto Max Plank de Leipzig (Alemania) en el estudio publicado por la revista norteamericana ‘Journal of Comparative Psychology’ que busca comprender a los animales respecto a cómo consideran los chimpancés los términos de justicia y venganza.
En el caso de los humanos, esta experta ha explicado que “culturalmente tenemos un umbral de lo que definimos como lo que es justo o injusto” y que varía ligeramente según las culturas: en España, el sentimiento de injusticia nace “cuando la oferta está por debajo del 40 % de lo repartido”.
Ello sucede porque los humanos entienden el sentimiento de comunidad mejor y no solemos aceptar las desigualdades, pues la mayoría de las veces rechazamos un reparto si nos ofrecen menos.
Sin embargo, los chimpancés “no tienen un sentimiento de grupo” por lo que “es muy difícil que alguna vez surja algo parecido a un sistema de justicia entre ellos”.
Para probar estas afirmaciones, los científicos desarrollaron dos experimentos con tres parejas de animales primates: el ‘juego del ultimátum’ y el ‘juego del dictador’.
En el juego del ultimátum, uno de los animales primates elegía entre dos opciones de cantidad de comida una, considerada más justa y otra, menos justa, a repartir entre él y su compañero, que podía aceptar o no la propuesta, pero si no lo hacía, ninguno de los dos comería.
Por el contrario, los seres humanos “sí somos capaces de cambiar nuestros comportamientos si recibimos varios rechazos”, ha recordado Bueno.
En el juego del dictador, uno de los chimpancés podía ofrecer la cantidad predeterminada que él quisiera y el otro no podía hacer nada: sólo aceptarlo.
“En este caso, aunque lo lógico sería que fuesen muy egoístas en esta dinámica, descubrimos que siempre que uno conseguía algo de comida, elegía opciones más justas”, ha explicado la experta Nereida Bueno, de la Universidad Pontificia de Comillas.
Cabe destacar, que la investigadora está convencida de que el sentimiento de injusticia “puede surgir de manera individual en un primer nivel, pero existe un segundo nivel, más complejo y abstracto, que lleva a entendernos como especie o como grupo en el que es posible identificar las injusticias de terceros. Es este último pensamiento el que “no compartimos con los animales”, ha precisado Bueno.
EFE.