El trastorno de ansiedad generalizado que sufren los adultos es un problema de mucha frecuencia, pero ¿qué sucede su afecta a nuestros hijos? Hasta hace pocos años era impensado creer que los niños pudieran padecer de este mal, pero cada vez es más común verlos en consultas preocupados por temas tan diversos como: el rendimiento escolar, salud, amigos, deportes, fiestas, etc.
Nuestros hijos muchas veces se dejan invadir por inseguridades y pensamientos del pasado por errores cometidos, por tanto creen que estos se repetirán en el futuro y esto deviene en la presencia de una ansiedad excesiva.
Los niños que sufren estos problemas tienen la sensación de que serán rechazados, además cargan con culpas por no ser “perfectos”. Esto puede generar cuadros de náuseas, vómitos, dolor de cabeza, alergias y demás, ya que no logran relajarse ni disfrutar de las cosas propias de su edad.
Estos niños suelen ser tímidos, retraídos y pueden hasta alejarse de sus amigos. Las causas de este trastorno son muchas: biológicas, psicológicas y están relacionadas básicamente a la crianza. Es decir, padres demasiado exigentes o temerosos pueden trasladar sus propios miedos a sus hijos.
La psicóloga gestáltica Fanny Berger del portal Eme de mujer recomienda utilizar con ellos una Terapia de Alcance Breve (TAB). Esta consiste en cinco sesiones en las que se aprende a gestionar las preocupaciones.
El objetivo es desterrar esas preocupaciones por temas que ya no podemos cambiar, además de dejar de fantasear por situaciones que no sabemos si ocurrirán. Se debe confrontar dichas preocupaciones con la realidad.
Los padres deben consultar con especialistas en psicología clínica de niños para que estos eviten el sufrimiento producto de los trastornos de ansiedad.