El emblemático payaso peruano, Hugo Muñoz, reveló a Wapa.pe cómo fue aquella vez que lo desahuciaron tras recibir su diagnóstico oncológico.
Únete al canal de Whatsapp de WapaEl exitoso payaso peruano Hugo Muñoz, quien es más conocido como ‘Pitillo’, conversó en exclusiva con Wapa.pe sobre su trayectoria, la importancia de la risoterapia en pacientes oncológicos y el cambio de sede que tuvo el ‘Circo de la Alegría’.
El comediante contó sobre la dificultad que tienen los artistas para lograr un truco. "Coronar un acto no es hacer TikTok", indicó. En ese sentido, también detalló cómo el 'Circo de la Alegría' se mudó de La Molina a Ate.
¿El cambio de escenario no afectó?
Al principio estuvimos muy dudosos, pero ahora nos hemos dado cuenta que fue un acierto. Al público habitual no se le hace lejos porque de La Molina a Ate es muy cerca. Nuestro espectáculo fue muy familiar y tradicional, pero pintado con tecnología.
¿Cuáles fueron los objetivos para este año?
La superamos en la medida que se amplió el público, porque la gente pudo pensar que en Ate solo hay circos de ‘cono’ y no es así. Los espectáculos suelen subestimar a la gente, pero el público de Ate disfruta igual que el de La Molina. Hay payasos temerosos, que pensaron que tienen que hacer chistes gruesos, pero nada que ver. El público sí entiende la pantomima, la finura y detalles.
¿Cómo fue tu primera relación con la música?
M papá fue generoso y siempre procuró lecciones desde muy chiquito. Me mandaba a clases de piano, violín y trompeta. Mi ‘viejo’ tenía planeado que siguiera su camino, todo lo tenía fríamente calculado. Entonces, me compraba un violín en Navidad. Así es como empezó a meterme al mundo de los payasos, pero a mí no me gustaban. De hecho, hasta ahora no me gustan mucho. Hay cosas nefastas.
¿Cómo qué?
Hay un dicho: el payaso es la sombra del hombre. Y esto son sus arquetipos y si ahondamos un poco, el arquetipo embaucador está presente en el payaso. Incluso, llevado al extremo puede ser hasta demoníaco, pero en un terreno luminoso es alguien amable que te toma el pelo. Puede haber niveles de sombra, que son tamizados a través de la eutrapelia, que fue difundida por la Iglesia Católica. Nadie podía reírse en la misa, solo el sacerdote.
¿Pese a que no te gustan los payasos, hay alguno que admires?
Ojo, no me gusta el estereotipo del payaso, pero hay artistas que sí me fascinan. Por ejemplo, el cine mudo donde resalto a Charles Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd. Los soviéticos, cuando entraron en escena, el aporte cultural fue valiosísimo. Los españoles también han sido muy buenos.
¿Perú es potencia en payasos?
Te digo la verdad: no hay muchos.
O sea, ni para armar una selección peruana …
Si tú haces un censo de payasos, hay millones, pero artistas capacitados no hay.
¿Cómo es un artista capacitado?
Es el que se para en el escenario y lo llena. Debe tener destrezas propias, repertorio y un estilo original. Por ejemplo, un Fumaral o el italiano David Larible, pero en Latinoamérica son muy pocos.
¿Y en Perú hay payasos capacitados?
Sí. Joel Roque y su pareja Patricia Casalina. Ambos están en demanda, paran viajando. Estoy feliz que hay peruanos exitosos. Hay un chico que se llama Tepusín Junior, que está en Brasil. Yo los defiendo, saco cara por ellos. También disfruto mucho de ‘Jarrita’, que trabaja con la ‘Chola Chabuca’. Incluso, ya se han copiado su show, pero lo curioso es que el logro de un payaso es que te copien. No hay galardón, pero cuando te piratean significa que eres bueno.
¿Los payasos están felices siempre?
No, nada. Es un trabajo.
¿Cómo es la vida diaria de un payaso?
Hay dos fases: una es la vida en gira. En esta etapa, la vida está muy ocupada. Por ejemplo, cuando un circo llega a una ciudad, lo recomendable es conocer el terreno. Es decir, cómo vive la gente de ahí, qué comen, etc. Cuando llegué a México, iba al mercado a conocer a las personas. La vida de un payaso es adaptarse a cada público y a la función. Luego de terminar la función, te desmaquillas y te vas a cenar. La vida personal queda a un segundo plano.
Luego está la vida sedentaria, que muy pocos artistas la logran tener porque paran ocupados. Yo compartía mucho con mis papás y veíamos vídeos de payasos. En mi tiempo eran VHS y ahora todo es YouTube.
¿Te reconocen sin maquillaje?
Para nada, pero a veces la gente me agarra por la voz. Trato de no hablar, jajaja. Me ha tocado tomar un taxi y preguntar cuánto me cobran, pero me dicen: ‘sube no más, oe’.
Tu papá también fue payaso. ¿Cómo fue la convivencia?
A mi ‘viejo’ siempre lo he visto como un compañero de trabajo, hemos compartido mucho por la comedia. Siempre hablábamos de actos y chistes.
¿Cómo ingresaste al mercado mexicano?
Siempre le digo a la gente que trabaja en los circos: siempre hay que dar una buena función, no sabemos quiénes nos van a ver. Una vez, el argentino Ricardo Roque fue a verme en el Larcomar y resultó que era amigo de mi papá. Me dijo para ir a Venezuela y fui. Lo demás fue historia, por eso recomiendo subirse al barco del arte porque vas a llegar buen puerto. Hay gente que no se dedica a lo que le gusta. Conozco dentistas que cantan bonito. Por ejemplo, los peruanos Joel Roque y Patricia Casalindo se mandaron a la aventura y terminaron haciendo shows en Emiratos Árabes Unidos y la India. Tú no sabes, a dónde te va a llevar el barco del arte.
¿Cuál ha sido el país más exótico que has ido?
China.
¿Cómo haces reír a un chino?
Jaja. De hecho, el público más complicado es el japonés. Un amigo colombiano me comentó que es complicado hacerlos reír porque ellos respetan mucho. O sea, no es que a no les guste el chiste, sino que se aguantan. Y para nosotros, la risa es un gol.
En mi caso, con los chinos, hay algo bien particular. Tienes que estudiarlos mucho y tantear con varios actos. Cuando ya detectaste por donde van, tienes que darles con todo. Yo empecé dando golpes, pero no pasaba nada hasta que hice un chiste, que tenía siempre a la mano: era un pañuelo con talco. Sacaba a un niño a participar y como que los limpiaba con el pañuelo y luego los sacudía. Hice eso y los chinos se mataron de risa. Son gente muy básica, muy simple. No se complican.
¿Qué tal es el peruano?
Es muy variado. No es lo mismo en Trujillo que en Arequipa, Lima o la selva.
¿Cuáles son las diferencias?
El limeño es sabido, recontra ‘achori’. Sale el payaso y dicen: “ah chu***, te crees gracioso. Hazme reír pe’”. Paran cruzados de brazos y te retan. En Trujillo son raros como los chinos: se ríen de otras cosas, mientras que los arequipeños son más cálidos, más cariñosos. En la selva te quedan mirando, tienes que avisarles que deben reírse, jaja.
La risoterapia, como medicamento perfecto, para luchar contra el cáncer durante años…
No había esta onda tan beneficiosa. Yo era paciente, fueron siete años ininterrumpidos de ir todos los jueves al séptimo piso de Neoplásica. Fue una especie de agradecimiento. Incluso, había estadísticas de mejoría. Y si no lo había, sentían mucha paz. La gente no sabe lo que es el buen morir, porque en un sitio tan frío como el hospital, la gente se nos va a veces hasta por miedo.
¿En algún momento pensaste en la muerte?
Tenía linfoma maligno, a mí me desahuciaron. El doctor me dijo que tenía poco tiempo de vida y que lo mejor era que disfrute. El chiste de todo esto es darse cuenta que nadie tiene la vida comprada.
¿Cómo fue la lucha?
Fueron 3 años hospitalizados y un par de quimioterapias ambulatorias. Primero hay que escuchar, una enfermedad te da una lección de humildad y ponte en manos de la providencia. Llámalo como quieras: Dios, Zeus o Metatrón. Si odias a alguien, haz la paz.
¿Cómo te diste cuenta?
Tenía una vida ya estructurada. O sea, tenía una pequeña empresa de diseño en tiempos cuando no había diseñadores. Me fue tan bien que me iba a comprar un carro e iba a contraer matrimonio, pero me empiezo a enfermar seguido. Me dio herpes, ronchas y dolores en las articulaciones. Fui a hacerme un chequeo en Neoplásicas y de ahí no salí. Me dijeron que estaba frito. El chiste te dice que en una vida vives muchas vidas.
¿Cómo fue tu vida después del cáncer?
Yo era diseñador gráfico, pero lo dejé por la enfermedad. Cuando gané la batalla, no pude volver a la profesión, porque aparecieron muchas actualizaciones y no tenía plata para estudiar. Estaba ‘aguja’ ¿Qué me quedó? Agarrar mi traje de payaso. Mi ‘viejo’ siempre me decía: mira, huev**, cuando no tengas nada, te pones a hacer fiestas infantiles. De una, te salen cinco. Es como una red social, pero ahora pones Pitillo.com y todo bacán, jaja.
¿Cuándo sentiste el éxito?
Cuando haces lo que te gusta, te aplauden y encima te pagan, jaja. Eso es el éxito. No importa cuál es tu rubro. Mi exsuegra, por ejemplo, tiene su casa propia y su trabajo queda a dos cuadras. En el camino está el mercado. Entonces, para mí, el éxito es la independencia económica.
En una reunión en Cañete, un payaso (Papelito) me comentó que eres el más emblemático del Perú. ¿Lo sientes así?
No se puede por muchos motivos. En primer lugar, la gracia de hacer reír es muy parecida al proceso de iluminación de uno. Cuando tú crees que estás iluminado, te jod***; cuando crees que eres gracioso, te jod***. Tienes que vivir como la cola del perro: cuando se la quiere agarrar, está dando vueltas, pero cuando camina de frente, la cola lo sigue. Ahora, hay un detalle: el público quiere al payaso, no a la persona.
Y a nivel de payasos, no creas que soy muy popular. Aquí hay asociaciones de payasos, yo no estoy entre los electos, porque siempre hay esa rivalidad entre las personas que hacen el mismo oficio. ¿Has visto el evento del día del payaso peruano? Es un evento que se celebra siempre el 25 de mayo. Hacen sus pasacalles, certámenes, sus congresos y yo no participo de eso porque no estoy muy de acuerdo con ese tipo de expresión.
¿Qué es lo que no compartes?
Primero, el proceso artístico es privativo. No existe la asociación de pintores al óleo, donde está Picasso o Dalí. No, no. Cada uno está en su estudio trabajando. Los pasacalles son muy coloridos, me agrada verlos, están haciendo presencia. Tienen mi apoyo para hacerlo. Siento que tienen mérito porque visibilizan la profesión, pero no tiene que ver mucho con el trabajo escénico. No creo en las asociaciones, porque son fines particulares, creo más en el esfuerzo personal.