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21 Jun 2021 | 14:13 h

Trans, indigenista y referente: la indeleble huella de Inti en la televisión española

Las redes sociales veían en Inti una de las diez reinas (como se llama a las concursantes) con más talento para llegar a la final: con 20 años, era la primera concursante de la historia de la franquicia nacida en el siglo XXI, venía de ascendencia boliviana pero había sido criada en Madrid.

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    Inti, la drag queen de ascendencia boliviana que define así misma como artista trans no binaria multidisciplinar e indígena. Su paso por el programa ‘Drag Race’ ha sido polémico, pero inolvidable.

    Después de 13 temporadas en la televisión estadounidense y siete versiones internacionales, entre ellas la española, por el concurso han pasado muchas participantes que han llevado la contraria a Mama Ru, como se conoce a la matriarca del clan (y cabecilla de todo el tinglado empresarial). Una de ellas es Inti.

    Inti ha sido hasta hace poco participante de la primera y esperada edición española del concurso, Drag Race España, que se estrenó a finales de mayo en la plataforma de pago ATRESplayer Premium. Es una versión local del programa en la que no está RuPaul (en su lugar presenta la transformista española Supremme DeLuxe) pero que sigue al pie de la letra el esquema original: una decena de drag queens compiten por llegar a la final y ser coronadas como “la primera superestrella drag española”.

    En cada prueba deben demostrar sus habilidades dentro de un abanico de talentos (baile, canto, improvisación, costura), su personalidad carismática, su estilo personal y su buen ojo para la moda.

    Las redes sociales veían en Inti una de las diez reinas (como se llama a las concursantes) con más talento para llegar a la final: con 20 años, era la primera concursante de la historia de la franquicia nacida en el siglo XXI, venía de ascendencia boliviana pero había sido criada en Madrid.

    Fascinó desde su primera aparición. Reforzaba su físico y su presencia con un marcado discurso político, muy de su generación, en el que reivindicaba justicia para los indígenas latinoamericanos y visibilidad para las personas no binarias. En la presentación del espacio televisivo describió su estilo de drag como “indígeno futurista”: "Básicamente cómo se vestiría la gente indígena si siguiésemos vivas", definió.

    Su nombre significa Dios Sol en quechua. Su look de entrada en el programa llevaba como complemento un bolso con los genitales intersexuales. "Pienso que el pene ya está muy visto y es muy falocéntrico todo, ¿no?", explicaba. Era una conversación que rara vez se ve en un programa comercial de entretenimiento. No sería la última vez. Y eso en una aparición algo fugaz.

    Las drag queens son, en cierto punto, como superhéroes, porque tienen mitos originarios. El de Inti era la ansiedad: sufría ataques que la ataban a la cama, no podía comer, no salía de casa. Un día a sus padres se les ocurrió regalarle un kit de maquillaje porque sabían que le interesaba, y ella descubrió que maquillarse era la única actividad que le dejaba la mente en blanco.

    Se hizo modelo a los 14 años y entró en la escena del ballroom español, en el que encontró una vía de expresión y desarrollo personal, pero en realidad Inti nació en un concierto de Putochinomaricón, otro artista del underground madrileño hijo de inmigrantes, que la invitó a bailar en uno de sus bolos.

    Confluían en su drag el voguing, la moda y figuras muy diversas: Grace Jones y David Bowie por un lado, porque ensancharon los límites del género, y por el otro las mujeres latinas que la rodeaban y artistas recientes de la cultura popular sudamericana como Bad Bunny, Lorna (sí, la de Papi chulo) y Chiky Bom Bom La Pantera.

    En el segundo capítulo, una prueba pidió a las reinas que evocasen a La Veneno, el icono trans de los noventa. En el jurado estaba la invitada especial Paca la Piraña, amiga de la vedette y coprotagonista de la serie Veneno. Le dijo que era, de todas las concursantes, la que más le recordaba a su amiga. Debía haber sido un éxito para Inti. Sin embargo, al verse con pechos postizos, colapsó: explicó que estaba sintiendo disforia de género al verse con esos atributos femeninos y defendió a las personas trans.

    Entre sus referentes drags, Inti también citaba a “Divine, RuPaul… y yo misma sobre todo”. Tenerse a una misma como referente es una señal de inconsciencia y juventud; su abandono del programa también puede verse como la pataleta de una niñata, algo que demuestra la falta de madurez suficiente para gestionar las críticas. Pero así es la ambivalencia de Drag Race, un programa que puede ser a la vez lúdico, frívolo, educativo y trascendental.

    En solo tres semanas, Inti ha utilizado la plataforma que le ofrecía el programa para introducir debates y conceptos que normalmente quedan relegados a los márgenes, se ha postulado como un icono del drag y la moda española y ha hecho reflexionar sobre el racismo en España: ¿fue juzgada injustamente porque los cuatro españoles blancos que conforman el panel no entendieron o no valoraron lo suficiente su propuesta anticolonialista?

    Inti no ha llegado a la final, pero 12 años de programa nos han enseñado que en Drag Race no gana quien acaba el concurso, sino quien deja una marca más indeleble en su paso por él.