Al parecer, el titular del Ministerio del Interior, Alfonso Chávarry, se olvidó que existe una norma sobre el enfoque de género al que todo servidor público debe acogerse.
Lamentablemente, una vez más, un mensaje para referirse a la violencia de género recayó en la violenta voz de un funcionario público: el titular del Interior, quien está siendo duramente criticado por las frases con las que se refiere a la mujer.
Esta vez, Alfonso Chávarry, el policía que reemplazó por mandato del presidente Pedro Castillo al exfiscal Avelino Guillén, quiso estrepitosamente referirse al Día Internacional de la Mujer, lo cual a indignado a miles de peruanos.
El oficial cajamarquino enunció en su paporreta a las mujeres entendidas como sujetos solo a partir del hombre y las funcionalidades que cumplen.
Sobre estas declaraciones, voces políticas como las de Rocío Silva advierten que “es una demostración de que a este Gobierno no le importamos las mujeres y están totalmente rezagados del reconocimiento de derechos”.
Del mismo modo, según un informe elaborado por La República, activistas como Liz Meléndez, directora de la ONG Flora Tristán, mencionan que existe una naturalización en los discursos falocéntricos que Chávarry encarna, donde el varón es el centro del universo.
“La vinculación de la mujer a un espacio cerrado como la casa, el reconocimiento a partir de trabajos silenciosos como el cuidado del hogar (no remunerado en el país) y la romantización que implica la santificación de las féminas”, son frases cuestionables para Meléndez.
Asimismo, la excongresista Rocío Silva detalla que esto es un agravante por la consideración del contexto de violencia sistemática: solo en 2021 hubo 136 feminicidios y más de 5.900 mujeres desaparecidas.
“¡Estas son cifras de vergüenza para un país como el Perú, que se jacta de pretender entrar a la OCDE! ¡¿Y quieren regalarnos una flor?!”, puntualiza.
Lo que es más cuestionado, es que un ministro como Chávarry considera a la mujer un “factor preponderante de la vida del hombre”. Para él, que ejerce un puesto de poder, el éxito depende de esa “asesora” y “cuidadora” que —entiende arcaicamente— es la mujer. “La mujer es la que vela por el bien del esposo y del hogar”, dijo.
“Son declaraciones lamentables viniendo de un ministro. Deben de tener mínimamente claro no la importancia de las mujeres al servicio de los hombres, sino como sujeto de derecho, que viene reclamándose hace más de 40 años”, dice Liz Meléndez sobre lo dicho por Chávarry. Es una mirada antiderechos.
Por todo lo mencionado, el ministro del Interior incurre en el entendimiento de la mujer solo a partir de su contribución a la vida del hombre, que siempre está afuera y ella dentro.
“Los comentarios discriminatorios son el resultado de la ignorancia, del desinterés, de la idea cursi de que a la mujer ‘hay que protegerla’. No se dan cuenta de que están pensando como si el hombre fuera el paradigma de ser humano y las mujeres, las inferiores y subalternas, que merecemos que nos quieran”, añade Silva Santisteban.
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Pero eso no es todo, Chávarry habla de que “no sabemos (los hombres) valorar el valor (sic) que tenemos en una mujer”. Acto seguido, dice que ellas ejercen un “trabajo silencioso” (que se entiende como la crianza del hogar) y que ellas “están iluminadas”.
Por lo cual, el funcionario recae en la romantización de la explotación laboral de las mujeres no remuneradas por hacer las labores domésticas. Esto es peligroso, además, porque desde que se decretó la pandemia por COVID-19, la sobrecarga en la crianza fue sepultada en los hombros de las mujeres.
“Estos discursos, que pretenden ser moralmente correctos, son el producto de un patriarcado dependiente, desigual y colonial que educa en la discriminación y en las masculinidades tóxicas. El ministro Chávarry es el hijo perfecto de este patriarcado y no le interesa cambiar. Está en el poder y es ‘condescendiente’ con nosotras las mujeres, a quienes nos llama ‘complemento’. ¡Ridículo!”, responde Silva Santisteban sobre la sobreestimación del titular del Interior.
Además, Liz Meléndez advierte, además, que narrativas como las de Chávarry promueven un sistema binario que salta pronto a la vista: las mujeres que no crían, no son madres u optan por no serlo, las féminas que discurren de la idea prototípica de lo que debe ser una mujer son malas. Las que no, por supuesto, para discursos como los que enuncia, son buenas.