Parroquia se convierte en panadería solidaria para aportar en crisis por COVID-19

En la parroquia, 400 panes son amasados para repartir a decenas de hogares que se encuentran en la zona afectados por la COVID-19. Únete al canal de Whatsapp de Wapa
    Parroquia se convierte en panadería solidaria para aportar en crisis por COVID-19
    En la parroquia, 400 panes son amasados para repartir a decenas de hogares que se encuentran en la zona afectados por la COVID-19.

    La COVID-19 afectó a todo el mundo y en Sudamérica los países que tienen una alta cifra de mortandad por esta pandemia son Perú, Brasil y Chile.

    Estos países no solo se han visto afectados en el sentido sanitario, también en el social y económico. Esa es una de las razones por las que en muchos lugares entre ciudadanos se han dado la mano y realizaron ollas comunes.

    En Chile, al norte de la cuidad de Santiago, los fieles de la comunidad de San Alberto de Sicilia convirtieron su parroquia en una panadería solidaria para así ayudar a decenas de hogares.

    Las personas de la comunidad se preparan con delantal, mascarillas y alcohol en gel antes de manipular los ingredientes. A la una de la tarde ellos comienzan a amasar el pan, para luego colocarlo en horno y a las seis empezar a embolsar los panes para repartirlos entre los vecinos que se han visto afectados por la crisis del COVID-19.

    El padre Ignacio Gramsch junto a tres mujeres realizan este trabajo dos veces por semana, los miércoles y sábados.

    Mónica Meza, quien es una de las mujeres que trabaja en la parroquia, cuenta que el párroco consigue los insumos y el pago para las cocineras. “No es una gran cantidad, pero nos ayuda en algo para nuestras casas”.

    “A lo largo de mi vida he tratado de ayudar al prójimo gota a gota, pero lo que hoy hacemos me llena el corazón, al saber que gracias a nuestra panadería hay personas que tienen algo para comer”, narra con orgullo el sacerdote.

    El padre también señaló que ellos amasan alrededor de 400 panes y son contundentes, a diferencia de los fabricados en las panaderías tradicionales.

    “He visto tantas sonrisas en la gente que recibe el pan. Me dicen: ‘Padre, ¡qué bonito, qué sorpresa!’ Con esto no vamos a resolver el hambre de aquí, pero es un granito de arena, es un pancito que alegra y siempre les decimos: ‘Esto te lo manda Jesús’ y la gente se pone contenta. El pan es regalado. Nosotros no cobramos nada”, comenta.

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