Francesca Brivio le sonríe a la vida. Tras años de incertidumbre a causa de una extraña enfermedad, encontró en el cannabis medicinal el alivio que no le pudieron dar los tratamientos clínicos regulares.
Su experiencia le permitió conocer la problemática de muchas personas que no podían acceder a este tipo de medicación y la llevó a convertirse en una de las principales y más perseverantes activistas para la legalización del uso medicinal del cannabis.
Hoy, que ha logrado mitigar los síntomas que la aquejaban y observa que su lucha social también ha empezado a dar frutos, mira al futuro con esperanza. Esta es su historia.
¿Cuál es tu lucha?
Si tuviera que escoger una lucha seria la que estoy siguiendo ahora que es el derecho a intentar. Todas las personas nos merecemos ese derecho. La excusa que estoy usando en este momento es la despenalización del cannabis para uso en medicinal, pero mi lucha va más por la esperanza, porque las personas tengamos una esperanza y que nadie tiene derecho a arrebatarnos eso.
¿Cómo te sentías cuando tu enfermedad llegó a la etapa mas crítica?
Mi enfermedad es rara (mastocitosis sistémica). Ya van 10 años que la tengo y he pasado por distintos momentos. Me he sentido desamparada por un Estado que no me apoyaba para coberturas en seguros, era muy difícil. Y me sentía desamparada también cuando encontré el cannabis porque era ilegal en el país en ese momento. Así que, sentí soledad, desamparo, miedo; sobre todo miedo por las personas que tengo a mi alrededor que me aman y que no quería dejar.
¿Te diste por vencida alguna vez?
Me he sentido cansada, frustrada, adolorida, pero no vencida. Por eso, cuando me dicen que soy valiente respondo que no lo soy, porque una es valiente cuando tiene opciones y yo no las tenía. Seguir adelante es lo único que puedes hacer.
¿Cómo te sentías al verte al espejo?
Fue bonito el aprendizaje. Siempre les decía a mis crías que lo importante es como te sientes por dentro pero cuando yo me veía así (con los estragos de la enfermedad), no aceptaba verme espejo. Fue bonito aprender a conocerme y aceptarme y, a través de ese espejo ver todas mis etapas. He seguido siendo Francesca en todas de estas fases.
¿En qué momento dijiste “ya basta”, tengo que empezar a mejorar?
Hay varios momentos que he sentido eso y que era momento de mejorar. El cambio fue en 2013 que use cannabis. Sentí alivio. Fue la primera vez que conecte el hecho de que cannabis me ayudaba a aliviar los síntomas de mi enfermedad. En junio del 2014 decidí dejar de tomar todas las medicinas (tradicionales). Fue un quiebre la entrada del cannabis a mi vida.
¿Por qué el cannabis debería ser para todos?
El cannabis es una medicina muy noble. No tiene efectos adversos letales, lo cual no quiere decir que no tenga efectos adversos, los tiene. Pero no se compara a la mayoría de medicinas que van a encontrar en sus botiquines. Lo que yo defiendo hasta mi último respiro es el derecho a intentar. Es el derecho a intentar a que te expliquen y tú como paciente teniendo toda la información, decidas. No hago una apología al cannabis o digo que sea para todos, pero sí que potencialmente podría ser para todos, así que hay que intentar.
¿Qué es lo que más valoras de la vida?
Estar viva es una de las cosas que más valoro. Cuando me preguntan “¿cómo estas?” yo digo “estoy”, eso es lo más importante. Trato de vivir un día a la vez porque es lo que tenemos. La enfermedad me ayudó a traerme al presente, al momento, a valorar lo importante, escoger mis propias batallas. Suena paradójico pero la enfermedad me ayuda a sanar.
¿Qué es lo más valioso que sientes le has enseñado a tus hijos?
Siempre pienso primero en mis crías. Ellos me han hecho mirar las incoherencias que una tiene. Son el mejor espejo, el mejor reto. Quiero dejarles con actos cosas que ellos puedan seguir, no solo tener un discurso, sino en la practica tener una vida consecuente. Me falta todavía (risas), y hacia allá quisiera llegar.
¿Qué lección de vida haz aprendido en estos años?
Muchísimas. Escoger mis batallas, por ejemplo. Antes era más engreída, me molestaba por cosas ridículas. Aprendí a disfrutar las cosas simples de la vida. Es un cliché horrible, pero es lo que mas me ha enseñado. La única certeza que tenemos cuando nacemos es que vamos a morir. Ahora creo que me voy a morir a los 110 años o 107 por ahí. Es un día a la vez. Solo tienes esto, es lo único. A veces la gente piensa “mi vida va a empezar cuando entre a esta universidad o cuando me case o consiga una gerencia”. La vida es lo que te pasa ahorita, esto. Y las personas que están cerca me ayudan a estar en este “mientras eterno” que es la vida.