Magaly Medina y Jazmín Pinedo se encuentra en guerra y constantemente se responden los dichos. Sin embargo, uno de los más mencionados, y que nada tiene que ver, es el hijo de la conductora de ATV, Gianmarco Mendoza, quien se mantiene alejado del mundo de la farándula.
La popular ‘Chinita’ señaló que “para mí lo más importante es que mi hija se muestre orgullosa de mí más adelante, que me lleve de la mano, que me muestre en una foto, que me muestre como su mamá y que se golpee el pecho diciendo esa es mi mamá”, aduciendo queMendoza Medina no estaría orgulloso de su madre.
Tras escuchar con estas declaraciones, Magaly Medina no se quedó callada e indicó que su hijo, desde que ella inició en el mundo del periodismo y del espectáculo, siempre se ha sentido muy “orgulloso”, y viceversa.
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“Mi hijo durante toda su vida, porque él ha vivido toda mi época desde que yo era una mujer polémica. Toda la vida se ha sentido orgulloso de mí”, dijo Magaly, aclarando que a él no le interesa salir en cámaras.
“Que no le guste salir en fotos es otra cosa, pero él toda la vida ha sido un hombre orgulloso que cuando escucha hablar de mí, ve los periódicos o televisión, él dice ‘esa bitch es mi madre’, toda la vida con mucho orgullo, y esta bitch es una madre orgullosa también de su hijo”, comentó Medina.
En el año de 2007, Gianmarco Mendoza por primera vez, se mostró a los medios y, en ‘Etiqueta Negra’, le escribió una extensa carta a su madre Magaly Medina donde le expresa todo lo que siente por ella.
“Madre, duele decirlo, pero en mi memoria están grabados todos los insultos que, desde hace ya una década, la mayoría de periódicos del Perú, algunos intelectuales y los autoproclamados «guardianes de la moral y las buenas costumbres», te arrojan. “Ave de rapiña”, te han dicho, “Reina de la telebasura”, “acosadora”, “fea”, “mal ejemplo” y decenas de agravios más, algunos de los cuales prefiero no repetir. Al menos yo no.
Mis profesores de periodismo también hablan de ti. Siempre hablan (mal) de ti. En asignaturas de todo tipo te han lanzado adjetivos de todo calibre: “Mala periodista”, “inmoral” o –éste es uno de mis preferidos– “personaje lleno de envidia y resentimiento, encargado de destruir hogares a su paso”. Dicen que en contra de ti deben emprenderse cruzadas para limpiar la TV peruana, es decir, para librarla de tu malévola presencia: salvar a los espectadores indefensos que no saben lo que hacen cuando disfrutan cada minuto de tu programa. Alguna vez escuché que te llamaron “bastarda”, querida mamá. Sólo eso faltaba, me dije. Ya antes habían escrito ficciones sobre tus relaciones amorosas, sobre las supuestas infidelidades de las que fuiste víctima. Han escrito tanto (y tú te has defendido tan poco) que a veces pienso que nada de eso te fastidia.
Dicen que tu trabajo es un mal ejemplo para todos aquellos que, como yo, aspiran algún día a ser periodistas. “Urraca”, es uno de los apelativos que te han puesto, que es una manera de decir que te gusta hablar de las vidas ajenas, que eres una chismosa, mamá, una urraca, por preocuparte de los otros, por mandar cámaras para que filmen, in fraganti, a los famosos de este país. Cuando hablan de ti en la universidad, algunos esperan mi reacción. “Oye, ya pues, ¿de veras no te molesta escuchar todo eso?”. Soportar tantas clases con lo mismo, te lo he dicho, dejó de ser difícil hace algún tiempo. Es una ironía tener que cultivar la paciencia, esa cualidad que tus críticos dicen que tú no tienes. Si estuvieras en mis zapatos (en mi aula de universidad), seguro te enfrentarías al censor de turno, a los periodistas sin periódico, a los comunicadores de salón que llenan su ociosidad hablando de ti. Yo sigo prefiriendo sonreír y mantener la cordura en ese ambiente hostil. Son, finalmente, los gajes del oficio, un derecho que seguro tengo que pagar, un simple entrenamiento para lo que vendrá después. Y aunque tolerar la avalancha de adjetivos en tu contra puede afectar mi cordura, por ahora, ya te dije, prefiero no caer en el juego. Me divierto un rato. “Hijo de la Urraca no pisa el palito”, es decir, no cae en el juego, titularía algún diario popular.
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Tú, madre, ¿has pensado en esto? No lo hagas, no vale la pena. Termina siendo divertido ser el descendiente de la bruja mala que un día tumbó a un tal Ferrando, quizá el que fuera el conductor más popular y querido de la televisión peruana. Tú lo tumbaste, mamá, o dijiste cosas sobre él que nadie había dicho, y después te convertirse en la amenaza de futbolistas licenciosos y platinadas monarcas de la pantalla del mediodía. ¿Bruja? De cariño, quizá, pues la prensa (que tanto te ama) prefirió designarte siempre de maneras tanto menos cálidas. “Bocona”, te dijeron desde un principio y ésa, al final, terminó siendo tu marca registrada. “Fea”, escribieron después en páginas amarillas de diarios baratos, en portadas pobladas de vedettes y asesinatos. No es fácil llevar tu apellido y pasar en frente de un quiosco lleno de diarios que te detestan en primera plana. A veces, hay que poner la otra mejilla y seguir caminando como quien no ha visto nada.
Tomémoslo con humor, mamá, pensemos que será interesante lo que dirán después, cuando me convierta en periodista y mis colegas de tu querida prensa agoten su tinta en odiosas ideas sobre nuestro parentesco. Serán páginas cautivantes, terribles, quizá molestas. Siempre desafiantes: ¿se verá el hijo obligado a superar a su famosa progenitora? «El hijo de la Urraca la tendrá difícil», comentará alguien frente a un quiosco de periódicos o en alguna universidad como la mía.
Yo me pregunto, a veces, si serán los fiscales de tu presente los verdugos de mi futuro, y si tus críticos ex amigos serán también mis enemigos. No lo sé, pero supongo que hay que pagar cierto precio cuando llevas en la mochila el peso de un nombre más grande que el tuyo. Pero, querida mamá, te lo aseguro, algún día nos reiremos de esto. Sumaremos más anécdotas a las que hoy podemos contar. “Urraquito alzó vuelo”, titulará otro diario de esos. Será muy divertido, ya verás”.