Joven que superó la COVID-19: "En ese momento solo se me ocurrió pensar que estaba muerto"

Frank Zavaleta Saavedra (actualmente ya tiene 30 años) es uno de los jóvenes que contrajo el virus y sobrevive para contar cómo fue su dura lucha contra la COVID-19. Únete al canal de Whatsapp de Wapa
    Joven que superó la COVID-19: "En ese momento solo se me ocurrió pensar que estaba muerto"
    Frank Zavaleta Saavedra (actualmente ya tiene 30 años) es uno de los jóvenes que contrajo el virus y sobrevive para contar cómo fue su dura lucha contra la COVID-19.

    A sus 29 años, Frank Zavaleta Saavedra nunca imaginó que el dolor de cabeza, la fiebre y los escalofríos que sentía eran síntomas de que había contraído la COVID-19. En algunos casos puede ser una gripe normal; sin embargo, esto no siempre es así, sobre todo con esta segunda ola de la pandemia.

    "Los dolores empezaron un domingo. Al día siguiente compré unas pastillas para la gripe, pensando que era solo un malestar y que ya pasaría. Hasta ese momento, trabajaba con mi carro, ayudando a un amigo, que tenía una ferretería, a comprar y repartir materiales. Solo tenía contacto con alguien cuando recibía los materiales o el dinero de las compras. A mi carro no subía nadie, tenía mi mascarilla y mi alcohol. Seguro me contagié en un descuido", explicó a El Comercio.

    Frank fue perdiendo progresivamente el sentido del olfato, del gusto, al mismo tiempo que los dolores corporales y los escalofríos se incrementaban considerablemente. También aparecieron otros síntomas como la tos. A pesar de todo eso, el joven mantenía la idea de que se trataba solo de una simple gripe, por lo que seguía automedicándose.

    Llegó el jueves y Frank volaba en fiebre. Apenas regresó a su casa se metió a la ducha y luego en la cama. En ese momento llamó a su esposa, porque ya no soportaba el dolor en todo su cuerpo. Un día antes había efectuado todos los pagos del mes y aquellos que tenía pendientes, por lo que no tenía nada de dinero. Ir a un hospital no era una opción para él en ese momento.

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    (Foto: referencial)

    "Cuando caí en cama no tenía nada de dinero. Tuvimos que pedir fiado a la tienda para algunos víveres esenciales. Mi esposa trataba de darme de comer, pero había perdido el gusto y me daba náuseas. Personal de la posta cerca a mi casa vino a sacarme la prueba rápida. Tenían miedo y no querían acercarse. Sorprendentemente la prueba dio negativo, así que se fueron", recuerda Frank.

    Mediante el familiar de un amigo, Frnak se puso en contacto con una doctora de nombre Ana, que trataba pacientes con COVID-19. A partir de ese momento, no recuerda todo lo demás. El dolor que sentía era tan intenso que se desmayó.

    Al abrir los ojos, Frank se percató de que estaba reposando en su cama, que de sus manos salían unas vías, y que al pie de la cama estaban su madre y la doctora. "No sentía nada de dolor. Me pareció muy raro. En ese momento solo se me ocurrió pensar que estaba muerto", recuerda.

    Después de abrazar a su madre llorando, la doctora le explicó que tenía la COVID-19, pero que todo iba a estar bien y que se recuperaría. "Me dijo que acá se mueren por falta de atención rápida y que no me preocupara, que no me iba cobrar, pero que sí había que ver la forma de conseguir las medicinas", refiere Frank.

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    Fueron en total dos semanas en las que la doctora Ana le puso ampollas a Frank, tres veces al día. Esto, debido a que sus pulmones estaban muy dañados por no comer y por la fiebre. "Al mismo tiempo tuve que perder la vergüenza y pedir ayuda para poder comprar las medicinas. Me sorprendió ver que muchas personas me apoyaron. Les agradezco infinitamente a cada una de ellas y también a la doctora", expresa.

    Luego de recuperarse y hacer cuarentena en casa por un mes, Frank pudo salir a la calle. Sin embargo, al principio no fue fácil. Tuvo que volver a adaptarse, tenía miedo. Los primeros tres meses sudaba constantemente, sentía dolor en la espalda. Además, se dio cuenta de que la enfermedad había afectado su carácter. Se enojaba y alteraba rápidamente.

    "Para no hacer mucho esfuerzo físico decidí taxear. Al día dormía 3 a 4 horas, no me daba sueño. Pienso que todo lo que pasé afectó mi sistema nervioso, me volví renegón, quería gritar. Tenía tantas deudas que pensaba que el mundo se me caía. No es fácil estar abajo, en cero, y levantarse, comenzar de nuevo. Pero bueno, tenía que echarle ganas, y así me fui recuperando", contó Frank.

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