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“Una buena madre vale por cien profesores”

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    “Una buena madre vale por cien profesores”

    -Mi vida, ¿tú cuando te me volviste tan feminista? - me preguntó mi madre por el teléfono hace un par de semanas. Lo decía con voz de sorpresa, pero creo que a mí me sorprendió aún más el hecho de que ella no lo supiera. Noté que era una pregunta que quería hacerme desde hacía un buen tiempo.

    -Pues mamá, desde que tú me criaste como una mujer: independiente, proactiva, emprendedora y profesional- le contesté sonriente y orgullosa. Fue en ese momento que me percaté que mi mamá es una feminista y no lo sabe.

    Yo crecí creyendo que tanto los hombres como las mujeres somos iguales porque eso fue lo que me enseñó mi mamá. Las reglas en casa eran las mismas para los chicos y las chicas. Y los encargos o tareas del hogar en las que debíamos ayudar se distribuían según criterios como la edad o el horario de nuestras actividades extracurriculares.

    Reglas y ejemplos

    ¿Una de las reglas de mi casa? Nadie -hombre ni mujer- puede casarse antes de haberse graduado de la universidad. Mi madre cree que una persona sin importar su género debe formarse de manera integral tanto profesional, como física, emocional y espiritualmente. Incluso ahora, que estoy más cerca de los 30 que de los 20, es mi madre quien me calma cuando -no muy seguido, por fortuna- me entra el miedo de que me deje el tren del matrimonio.

     “Mi vida, tienes tantos sueños y aventuras aún…no hay prisa”, me recuerda. Ella quiere ser abuela, lo tengo claro. Pero jamás ha medido mi valía como mujer o hija por la pareja que escojo o por los nietos que aún le estoy debiendo.

    Crecí viéndola a ella y a mi papá dividirse las tareas del hogar por igual; todo de acuerdo a lo que su vida laboral les exigía. Mi padre no “ayudaba” en la casa, hacía su parte al igual que ella. Podía ser que cuando cenábamos mi mamá fuera la última en sentarse a la mesa por estar trayendo cosas de la cocina. Pero cuando terminábamos ella se quedaba en la mesa mientras mi papá lideraba la limpieza del comedor y la cocina.

    Inspiración

    Cuando tenía 14 años mi padre falleció, y durante mis años más turbulentos ahí estuvo ella: fuerte, sonriente, trabajadora, soñadora, persistente, esperanzadora. Ella pudo sola con seis hijos, no salió corriendo a buscar un segundo esposo que la socorriera o le dijera cómo hacer las cosas.  Pero tampoco se sumió en un luto eterno. Encuentra el amor y cariño en todos quienes la rodean; y siempre aspira a más.

    De hecho, mientras yo doy mis primeros pasos en un MBA; ella acaba de terminar la tesis para obtener su maestría en Neurociencia y educación. Ah, y ya está mapeando en qué hará su doctorado. Así es ella: feliz, positiva e intensa. Y con su ejemplo nos enseña por igual a sus hijos e hijas que solo depende de uno el hacer de la vida un viaje alegre y emocionante de crecimiento personal para aportar a hacer de tu entorno un lugar mejor.

    Mamá, sé que no te gusta etiquetarte como feminista así que no lo hare. Pero sí te etiquetaré como una gran madre y una mujer admirable. Y, ahora aprovecho para agradecerte públicamente por ser la mujer que eres. Si algún día soy la sombra de persona que tú eres, sé que habré vivido bien. Bien dice un proverbio italiano que una buena madre vale por cien profesores.

    ¡Feliz cumpleaños, mamá!

    SOBRE EL AUTOR:
    “Una buena madre vale por cien profesores”

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