Una vez que el aire ha sido caldeado por el sol de la mañana, una nube de langostas se eleva desde la copa de los árboles y aterriza en los campos de guisantes de la sabana del norte de Uganda, para iniciar una jornada de estragos.
Fatigados de tanto rociar a los insectos con pesticidas, los soldados se detienen para admirar el asombroso espectáculo de esa nube opaca que da la impresión de bailar en el cielo y que se ha cebado en los últimos meses con nueve países de África del Este.
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El temor a una gran crisis humanitaria es muy fuerte en una región donde 12 millones de personas ya se encuentran desnutridas, de acuerdo a los datos de la Agencia de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
"Un enjambre de 40 a 80 millones (de langostas) puede comer tanto como 35.000 personas por día", señaló a la AFP Priya Gujadhur, alta funcionaria de la FAO en Uganda.
En Atira, una aldea aislada, unos 160 soldados vestidos con monos plásticos con capucha, máscaras y gafas de protección han estado desde el alba rociando árboles y plantas.
Pero sólo han logrado alcanzar la vegetación más baja y un enorme conglomerado de langostas que resistieron el ataque acaba de partir.
Sentado a la sombra de un árbol, el general Sam Kavuma conversa con civiles, mientras algunas langostas caen muertas a su alrededor. En el aire flota un olor acre de productos químicos.
Con información de AFP