En el imaginario colectivo del mundo entero, el cinturón de castidad es uno de los elementos más populares cuando se habla de una manera antigua y eficaz de mantener bajo control la virginidad y la fidelidad femeninas.
Se cree que este artilugio de hierro con forma de calzón y que era cerrado con una llave que se colocaba en la parte delantera era el medio más usado por los hombres de la Edad Media para evitar que sus esposas le sean infieles o para conservar la virginidad de sus hijas, ya que su diseño evitaba el coito pene-vagina.
Pero en las últimas décadas se ha comprobado que el famoso cinturón de castidad nunca existió en la época medieval (siglo V al siglo XV) y que si hubo alguno de esos artilugios fue durante el siglo XIX, cuando dicho cinturón fue creado con objetivos diferentes a la virginidad y la fidelidad de las mujeres.
Bastó que en 1405 un autor llamado Konrad Keyeser mencionara la existencia del cinturón de castidad para que surgiera el mito acerca de la existencia de este artefacto.
Se supone que dicho cinturón —que los hombres que iban a la guerra colocaban en el cuerpo de sus esposas para que lo usaran durante el periodo que ellos estuvieran en combate— se caracterizaba por su efectividad debido a que, una vez cerrado el candado colocado en la parte delantera y retirada la llave era imposible que un hombre pudiera introducir el pene en la vagina de la mujer. Además de estar hecho de hierro, el cinturón de castidad tenía púas a la altura de la vulva, lo que sin duda alguna constituía un bloqueo inevitable para cualquiera que intentara burlarlo.
Pero lo cierto es que en ningún otro texto del medioevo se menciona este objeto y, desde un punto de vista anatómico, resulta imposible que una mujer pudiera pasar meses o años con un cinturón de hierro cubriendo sus genitales. En dicho caso se producirían llagas e infecciones vaginales que en esa época serían imposibles de curar y producirían la muerte.
Lo que se cree es que Keyeser había incluido en su libro Bellifortis una descripción del cinturón de castidad a manera de broma sobre la sexualidad de su tiempo, sin imaginar que su burla sería tomada en serio.
Sin embargo, durante el siglo XIX el cinturón de castidad se hizo realidad. Era la época victoriana, caracterizada por su puritanismo sexual, cuando se fabricaron en ese entonces cinturones pequeños, ligeros y refinados que tenían como objetivo evitar las violaciones durante los viajes o impedir que las mujeres (sobre todo las más jóvenes) se masturbaran durante la noche, pues se creía que esta práctica podía producir enfermedades físicas y mentales.
Por último, el cinturón de castidad decimonónico también era empleado por mujeres como una prueba romántica de fidelidad hacia el hombre con el que estaban casadas o deseaban casarse.
Sandra Campó es escritora y educadora sexual. Autora del libro HOY TENGO GANAS DE MÍ: 7 historias de masturbación femenina y creadora del blog SASÁ. Desde 2015 realiza talleres de educación sexual para mujeres en diversos espacios de Lima. Síguela en FACEBOOK e INSTAGRAM: @elblogdesasa