Uno de los argumentos más comunes contra la masturbación es el hecho de que esta actividad sea considerada un pecado para la religión católica y, dado que muchas profesan dicha fe, existen mujeres que viven atormentadas por la culpa si se dan placer a sí mismas o por el miedo si es que sienten deseos de hacerlo.
Históricamente la Iglesia católica ha establecido que la masturbación es un vicio, un pecado mortal, un acto contra natura y la manifestación expresa de uno de los siete pecados capitales: la lujuria.
El interés que la Iglesia ha manifestado en la sexualidad y las restricciones que ha establecido con respecto a ésta afectan la vida sexual de una gran cantidad de mujeres alrededor del mundo, sobre todo de aquellas que se masturban y viven un conflicto interno por ello.
Pero, ¿por qué la religión católica se empeña en considerar a la masturbación como un pecado?
Según Marco Aurelio Denegri, en su libro La niña Masturbación y su madrastra Tabú, la Iglesia católica ha sido la creadora de uno de los discursos más populares y contundentes contra la masturbación.
Desde hace varios siglos los teólogos católicos han catalogado la masturbación de diversas maneras: como un vicio porque es un mal hábito que va contra la moral religiosa; como pecado mortal porque es un mal que ofende a Dios; como un acto contra natura porque el objetivo del sexo es la reproducción y todo acto sexual que no implique dicha finalidad va en contra de la naturaleza humana; y como una manifestación expresa de lujuria porque sólo tiene como meta el placer y el orgasmo.
Como vemos, la posición de la Iglesia católica es bastante clara: se opone firmemente a la práctica masturbatoria. Y aunque cuando se hace habla de ella casi siempre se hace en referencia a los hombres, es obvio que la condena al placer a solas también aplica para las mujeres, aunque pareciera que a los teólogos católicos ni se les cruzara por la mente que nosotras también nos masturbamos.
En la actualidad en Internet se pueden encontrar blogs o foros en los que personas que afirman ser cristianas devotas discuten sobre este tema y aunque algunas de ellas afirman que la masturbación puede ser beneficiosa a nivel físico (para liberar las tensiones y dormir mejor) mientras no se convierta en un hábito recurrente; en dichos espacios virtuales la mayoría de gente sigue repitiendo toda esa serie de patrañas antimasturbatorias que ya todas conocemos muy bien.
Cuando pienso en el discurso religioso en contra de la masturbación, recuerdo a varias de las mujeres a las que entrevisté para mi libro Hoy tengo ganas de mí. 7 historias de masturbación femenina.
Una de ellas afirma que cuando comenzó a masturbarse a los 11 años antes de tocarse solía poner una prenda sobre el cuadro de Jesús que había en su cuarto. Tan sólo luego de tapar el rostro del hijo de Dios podía darse placer a sí misma porque de lo contrario se sentía observada por una mirada que la llenaba de culpa.
Otra explica el gran conflicto interno que vivió al inicio de sus aventuras masturbatorias pues sabía, por su experiencia como catequista en la iglesia de su barrio, que darse placer era un pecado. Esa culpa la acompañó durante más de una década hasta que por fin, poco a poco, fue liberándose de ella. El conflicto se resolvió cuando llegó a la conclusión de que el hecho de que se masturbara no le hacía daño a nadie y sentir placer no podía tener nada de malo ni podía afectar de ninguna manera su vínculo con la religión.
La última cuenta que, a pesar de profesar una firme fe religiosa, ella no mete a Dios en su cama, es decir, su vida sexual y su catolicismo nada tienen que ver, son dos ámbitos que ella mantiene separados.
Sandra Campó es escritora y educadora sexual. Autora del libro HOY TENGO GANAS DE MÍ: 7 historias de masturbación femenina y creadora del blog SASÁ. Desde 2015 realiza talleres de educación sexual para mujeres en diversos espacios de Lima. Síguela en FACEBOOK e INSTAGRAM: @elblogdesasa