Las plantas han sido desde siempre un problema evolutivo que durante millones de años también fue base de nuestra alimentación a pesar de que no siempre se sabía si unas eran buenas para el consumo o si resultaban un peligro.
Según la investigadora Annie E Wertz, es una tarea muy complicada y directamente imposible ya que ni a nivel comarcal existen características morfológicas comunes a todas las plantas comestibles ni tampoco hay pistas claras que nos digan cuáles son tóxicas o peligrosas.
Esto hace incluso que el método prueba error sea particularmente peligroso.
Otras muestras del comportamiento hacia las plantas tomando de referencia las circunstancias evolutivas son las que documentan que las plantas “han estructurado la fisiología y el comportamiento de muchas especies animales”, por lo que no sería extraño que suceda lo mismo con el hombre.
También la investigadora teorizó que podría existir una colección de sistemas cognitivos que maximizaran la efectividad de niños y bebés en el “aprendizaje de plantas y la evitación de toxinas naturales”.
Una investigación de Wertz sostiene que los bebés son reacios a tocar plantas en comparación con otros tipos de objetos.
Plantas que sean de aspecto benigno o amenazador sin comparación alguna pues no discriminan entre los diversos tipos.
De acuerdo con el biólogo Antonio J. Osuna, la razón podría estar en lo que se conoce como ceguera a las plantas.
Este término introducido por James Wandersee y Elizabeth Schussler en el año 1998 respondía a la pregunta del porqué la gente tiende a apreciar más a los animales que a las plantas.
Ponía al descubierto una diferencia que los humanos solemos tener en cuanto al valor social que le damos a las plantas frente a los animales.
Esto se deba quizás al nulo procesamiento que tenemos para reconocer alguna información a simple vista o las plantas por ser estáticas no reciben el interés evolutivo que los animales.
Wertz se dio cuenta que los niños pequeños (6-18 meses) prestan atención cuando ven a un adulto comiendo vegetales o interactuando con ellos.
Su sorpresa resulta mayor que cuando interactúan con otros animales u objetos.
Las investigaciones indican que, a partir de los 18 meses, los niños usarían la información sobre seguridad de frutas, verduras y plantas para generalizar las actitudes positivas hacia plantas similares.
Esto significa que estos mecanismos pueden estar detrás de la aversión de los niños a las verduras.
También cabe resaltar que hasta los dos o tres años, incorporar todos los alimentos a la dieta es fundamental.
Sobre todo, porque al terminar esta fase, los niños desarrollan lo que se llama “neofobia alimentaria”, que es el rechazo natural a todos los alimentosa los que no ha sido expuesto.
