Los hombres pueden ir por ahí presumiendo el tamaño de su miembro, cuántas mujeres han visitado su cama y hasta juran que han hecho las posiciones sexuales más difíciles del kamasutra. ¿Y el orgasmo? Por favor, hombre, deja de tener sexo mediocre y dale lo que ella se merece.
No somos las mujeres, es nuestra anatomía, es la vagina y nuestro cerebro los que necesitan tiempo para llegar al clímax. No, la mujer no terminará encajando las uñas en las sábanas con solo experimentar la penetración sin siquiera estar lo suficientemente lubricada.
Es de ley, el juego previo es tan importante como aprenderse los números del 1 al 10, claro, si quieres ser un buen amante. ¿Cómo? Va más allá de toquetear por todos lados, la mujer necesita establecer el primer vínculo con palabras, con esos susurros en el oído y créeme no tienen que ser las “típicas palabras sucias”, incluso a veces están demás.
Un buen amante, es el que tiene la capacidad de leerte, de descubrir lo que te sonroja, pero al mismo tiempo te eriza la piel. Un buen amante coquetea, platica, te incita, al mal, al bien, hace que te estremezcas sin ponerte un dedo encima.
Es el mismo que sigue a la mujer como si fuera su presa, de lejos la estudia, se acerca lentamente y suave para llegar al punto fijo. No, no es de esos que te pide que bajes rápido tus bragas y prácticamente quiere que le pongas su dedo en el clítoris.
Un buen amante es el que explora, navega cada comisura del cuerpo, se deleita y observa tus gestos, disfruta tus gemidos y acaricia las partes que hacen vibrar tu pelvis. Los hombres que saben dar el orgasmo que una mujer se merece saborean cada pliegue.
Sus dedos, su boca, su aliento, su lengua, se vuelven las herramientas ideales para trazar su figura, para disfrutarla de pies a cabeza y girar su cuerpo para no perderse de ningún espacio. Es el que no se olvida del pecho, las orejas, cuello, espalda, piernas, plantas de los pies, entre pierna y cuando llega a la parte íntima sabe que lo ha hecho bien porque está lo suficientemente húmeda.
Los hombres que no dan sexo mediocre, honran el cuerpo de la mujer mucho antes de recurrir a la penetración. No es un hombre desesperado por agregar un coito más a su lista, es el que se esfuerza por dar un orgasmo.