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"Eso no es romántico" La historia de un acoso real

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    "Eso no es romántico" La historia de un acoso real

    “¿Alejandra, podemos hablar? Por favor”, insistía después de que no le contestara la llamada. Lo bloquee en Whatsapp, apagué el celular y me olvidé del asunto. No recordé que Facebook existía hasta que la notificación saltó en mi computador: “Alejandra, estoy en tu puerta. Baja y hablamos”. Ahí estaba J. en mi pantalla a las once de la noche, su foto de perfil sonriente con un rifle en mano. Había sido paciente por seis meses.

    Había sido clara desde el principio: no me interesaba salir con nadie y a él lo veía solo como un amigo. Pero J. no quería ser mi amigo y aún hoy no me queda claro si él quería ser perseverante o si simplemente pensó que yo no me creía lo que le decía, que yo no sabía lo que quería. Él sí.

    El tema es que para ese momento había rechazado por seis meses sus invitaciones al cine, sus mensajes diarios, las emboscadas en mi oficina a la hora del café o del almuerzo y los chocolates que misteriosamente aparecían en mi escritorio. No quería lastimarlo más, así que al principio intenté cortar sus alas de manera clara y directa. Un “no” pero acompañado de un “gracias”; con cortesía, con amabilidad. Después de todo, ya le había roto el corazón cuando me confesó que su cariño de amigo había evolucionado en algo mayor.

    Pero tras cuatro meses de sufrir e incomodarme yo por no herirlo a él, me cansé. Pasé a ignorarlo; en la medida de lo posible pues trabajamos en el mismo rubro y no había semana que nos cruzáramos en un evento laboral. Bloquearlo en redes no había hecho sino que fuese a buscarme al trabajo, así que retrocedí.

    Pero no sabía si había sido buena idea porque en dos meses su mensaje de un par de líneas habían crecido a una novela de Whatsapp con más de 200 líneas diarias…no estoy exagerando. Para ese momento ya no sabía cómo manejar la situación. Y ahora, de la nada, se  aparecerse en mi casa a las once de la noche. Ahí me tenía, sola y acorralada.

    “Baja a hablar. Sé que leíste este mensaje. Baja que no puedo ser feliz si te dejo atrás. No puedo ser feliz si dejo de creer en esto. No puedo ser feliz si dejo de creer en ti. Baja que sé que estás ahí porque la luz de tu cuarto está encendida”, me dijo en un segundo mensaje.

    En cualquier comedia romántica esta escena funcionaría, sería el momento en que me doy cuenta que ese amigo era el amor de mi vida y cerrábamos la película con un beso apasionado. En la vida real, no fue así. Fue más bien una película de terror. Si él pensaba inspirar cariño, con lo que se encontró fue con una pared de ira y frustración ante el acoso ininterrumpido por casi seis meses.

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    No es normal que alguien crea que porque soy soltera, cortés y vivo sola tiene el derecho de aparecerse en mi casa a las 10 de la noche o a cualquier hora para obligarme a hablar cuando he sido clara en que no me interesa. Estoy segura que de vivir aún con mi padre J. se habría orinado en los pantalones antes de intentar esa jugada; pero vivan las películas que nos hacen pensar que el acoso es algo menor.

    J. había leído demasiadas novelas y visto demasiadas comedias románticas. Vivía en un mundo donde con  ideas falsas o exageradas se minimizan la gravedad del acoso. Para J. esta era su versión de “Loco por Mary” y él era una suerte de Ben Stiller que contrata a un detective privado para que busque al amor de su adolescencia y la persigue hasta conquistarla. 

    ¿Contratar a un detective privado? ¡Qué bonito! ¿Mensajes eternos con poemas o insinuaciones sexuales? ¡Qué apasionado! ¿Aparecer en la oficina sin que tú lo pidas? ¡Amor verdadero! ¿No? Pues no. El amor es increíble, pero también lo es el respeto. Y acosar no es un cumplido, no es amor, y menos es romántico. 

    “¿Con qué derecho te crees de aparecer en mi casa? ¡Te largas ya!”, le respondí mientras llamaba a la policía. Denuncia en mano, lamento decirles que esa historia todavía no ha terminado. Estamos en un periodo de calma, como cuando estás justo en el ojo del huracán.

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    "Eso no es romántico" La historia de un acoso real

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