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Me asaltaron, fue mi culpa

Lastimosamente la inseguridad ciudadana reina en nuestro país y tal es el caso de esta joven que tuvo que pasar un mal momento luego de ser asaltada y despojada de sus cosas. Únete al canal de Whatsapp de Wapa

    Me asaltaron, fue mi culpa
    Lastimosamente la inseguridad ciudadana reina en nuestro país y tal es el caso de esta joven que tuvo que pasar un mal momento luego de ser asaltada y despojada de sus cosas.

    “Linda, ¿pero qué haces caminando sola?”, me hervía la sangre pero no era un episodio más de acoso callejero. Esos piropos impertinentes los he aprendido a ignorar desde que estaba en el colegio, porque entendí que en Latinoamérica los hombres inseguros le ladran hasta a una escoba con falda para reafirmar su masculinidad. Pero esta frase no lo podía creer, porque esa fue la reacción del policía que encontré a media cuadra de dónde hacía 20 segundos me habían asaltado poniéndome un arma en la cara.

    Era martes, siete de la noche y caminaba de regreso a casa. Estaba en una calle iluminada a una cuadra de la avenida Salaverry en el límite entre Jesus María y San Isidro. Y sí, caminaba sola. Caminaba sola porque soy una persona mayor de edad con capacidades plenas y los mismos derechos que la media docena de hombres que estaban a unos metros míos en un paradero esperando el bus o parando un taxi, también solos.

    Y entonces una moto me cortó el paso. El hombre que iba de pasajero se bajó, me dijo algo que no entendí y me apuntó un arma helada en la frente. Ya tenía mi cartera y mi celular en sus manos pero prefirió tocar mis senos, manosear mi cintura y apretar mi trasero antes de escapar con su cómplice. Me levanté y corrí hasta chocarme con ese muro de machismo puro y duro materializado en el policía que me decía que ese asqueroso episodio era mi culpa por no haber estado acompañada. Yo me lo busqué.

    Yo no esperaba que nadie armado se enfrentara al par de hampones porque yo no lo hice, porque me queda claro que mi vida es más valiosa que cualquier celular, computadora o cantidad de dinero que me hayan podido robar. Pero jamás imaginé que ser una mujer caminando sola los exculpara de toda responsabilidad.

    Si hubiese sido un hombre la frase habría sido “esos desgraciados” o “no podemos seguir así” o quizás un rosario de groserías que no pienso recitar. Pero como soy mujer, el crimen se minimiza porque claro, yo me lo busqué. Por eso, el policía no hizo mucho por mí. No salió tras los delincuentes, no llamó por radio a un motorizado para perseguirlos, ni siquiera me preguntó si estaba herida.

    -¿Se fueron en la moto roja? Ah… sí los vi pasar. ¿Quieres llamar a tu esposo?- me dijo a la vez que me pasaba su celular con una parsimonia digna de un oso perezoso.

    -No soy casada. ¿Vio la placa?- le pregunté confiando en su entrenamiento y tratando recordarle cuál era su trabajo.

    -No, linda. ¿Quieres llamar a tu casa entonces?- me insistió.

    -Vivo sola- le insistí.

    -Ya pues, linda. Tienes que tener a alguien que te cuide- me replicó.

    Entonces, el martes en la noche cuando me humillaron, me robaron y amenazaron mi vida lo único que hicieron fue darme mi merecido por ir a trabajar en lugar de quedarme en mi casa, por irme del hogar de mis padres antes de estar casada, por salir a la calle sin un hombre que me escolte. Y también habría sido mi culpa si me hubiesen violado y matado como a Marina Menegazzo y María José Coni, las dos argentinas asesinadas en Montañita, Ecuador a inicios de año.

    Han pasado ya varios días desde el incidente y si hay una pregunta que me sigue dando vueltas en la cabeza es: ¿No tengo a alguien que me cuide? Y no hago sino responderme con otra pregunta ¿No se supone que para eso estaba ese policía? ¿No se supone que esa es la labor del Estado?

    Si este hombre es una personificación de la labor del gobierno y la justicia peruana, me queda  claro porque en lo que va del año 28 mujeres han sido asesinadas. Y más aún, solo puedo decir que las más de 60 que han sufrido tentativas de homicidio han sobrevivido de puro milagro.

    Y pues si ellos no piensan cuidarme, lo haré yo misma. Y a lo primero que me rehúso es a vivir con miedo, a dejar de caminar, viajar y vivir sola.

    SOBRE EL AUTOR:
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