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12 Ene 2020 | 16:34 h

La pornografía afecta la educación sexual de los adolescentes

Reemplazar la educación sexual con películas pornográficas es la peor manera de enseñarles sobre sexualidad a los adolescentes.

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    La adolescencia es una etapa en que se emprende la búsqueda de una identidad propia, por eso quienes la atraviesan suelen comenzar a preguntarse quiénes son y qué es lo que desean hacer en la vida. La niñez se va dejando atrás para dar paso a esta fase intermedia de nuestras vidas en las que se formarán las bases de lo que seremos al convertirnos en adultos.

    El ámbito sexual es uno de los campos en el que se producen más cambios en la adolescencia debido al desarrollo sexual que se manifiesta en el cuerpo adolescente y también al interés cada vez más intenso que se comienza a sentir por el sexo.

    Por eso la adolescencia es un momento clave en la educación sexual de una persona. Lamentablemente, a falta de una orientación abierta y confiable en casa y en el colegio, los adolescentes suelen usar la pornografía como única fuente de información sobre el sexo.

    Sin embargo, reemplazar la educación sexual con películas pornográficas es la peor manera de enseñarles sobre sexualidad a los adolescentes.

    ¿Cómo afecta la pornografía a los adolescentes?

    La industria pornográfica ofrece contenidos llenos de sexismo, violencia contra la mujer e ideas equivocadas sobre el sexo, el placer y el deseo. En mentes que se están formando como las de los adolescentes, el consumo de este tipo de material puede generar mucha confusión y promover falsas creencias sobre la manera cómo deben relacionarse sexualmente.

    Estas son sólo algunas de las consecuencias de consumir pornografía durante la adolescencia:

    - Violencia contra la mujer: las películas pornográficas muestran roles entre hombres y mujeres basados en la desigualdad. Mientras los hombres tienen el rol dominante, ya que ellos dirigen la acción y deciden qué prácticas sexuales se llevarán a cabo; las mujeres tienen un rol sumiso y por eso se someten a los deseos masculinos sin oponer resistencia alguna.

    La actividad sexual está plagada de violencia física, psicológica y, por supuesto sexual. El consentimiento —el estar de acuerdo con realizar cualquier tipo de actividad de índole sexual— por parte de la mujer es nulo, y los golpes que recibe por parte del hombre en el rostro o en cualquier parte del cuerpo son usuales al igual que los escupitajos y los insultos.

    Observar estas escenas en las que la violencia contra la mujer está completamente normalizada puede darle a entender a los adolescentes varones que su rol en un encuentro sexual es actuar de manera violenta y agresiva.

    - Sexualidad femenina: en la pornografía tanto la representación de la sexualidad masculina y de la sexualidad femenina se basa en falsas creencias. Por un lado, ellos poseen no sólo penes de varias decenas de centímetros sino además una potencia sexual que los hace capaces de sostener erecciones de más de 30 minutos y de mantener un coito continuo de igual duración cuando sabemos que el promedio es de apenas dos minutos y medio.

    Pero el caso más preocupante es cómo se representa la sexualidad femenina: las mujeres tienen orgasmos instantáneos al ser penetradas por penes u objetos de todo tamaño, el coito es la actividad principal dejando en un segundo plano el sexo oral (a ella) y la masturbación. Todas disfrutan de la violencia que reciben de manos de su compañero y están dispuestas a realizar todo tipo de prácticas sexuales en las que ellas no son sujetos sino simples objetos cuyo único rol es satisfacer el insaciable deseo sexual de los hombres.

    El consumo de películas pornográficas sin una mirada crítica y sin una orientación adecuada, pueden generar en el adolescente la creación de expectativas falsas sobre su cuerpo y su placer. Los hombres creerán que deben cumplir con los estándares físicos que los actores porno muestran en cada escena, mientras que las mujeres creerán que deben actuar de la manera cómo lo hacen las actrices porno aunque hacerlo no les produzca placer alguno.

    En este caso me he referido a las películas pornográficas mainstream que muestran relaciones heterosexuales, por ser las más populares, pero los elementos de este tipo de filmes también se pueden encontrar en la pornografía homosexual o lésbica con la única diferencia obvia de que los roles de dominio y sumisión son realizados por actores y actrices del mismo sexo.

    Sandra Campó es escritora y educadora sexual.  Autora del libro HOY TENGO GANAS DE MÍ: 7 historias de masturbación femenina y creadora del blog SASÁ. Desde 2015 realiza talleres de educación sexual para mujeres en diversos espacios de Lima. Síguela en FACEBOOK e INSTAGRAM: @elblogdesasa