La memoria es frágil y con el paso de los años, los olvidos se hacen cotidianos. Los recuerdos no se almacenan en un lugar concreto del cerebro, sino que están distribuidos en redes neuronales en las que participan diferentes núcleos cerebrales en función de su naturaleza.
Así, recordamos vivencias, personas, fechas, lugares, acciones motoras coordinadas y actos que suscitan emociones. Olvidar es un proceso activo y necesario para la supervivencia, pero puede ser un síntoma de que algo no va bien.
No todos los olvidos son preocupantes. Por ejemplo, el fenómeno de la palabra en la punta de la lengua: estás a punto de recordar algo, pero no acaba de llegar. Un nombre, una calle, una fecha. Al cabo de unos minutos y sin esfuerzo aparente, el dato se hace presente. Estos olvidos efímeros son casi siempre benignos. También son benignos los olvidos debidos a fallos de atención. La razón es que no tenemos un cerebro multitarea, capaz de realizar varias actividades a la vez.
Sin embargo, ante un olvido, el fantasma del alzhéimer se hace presente, pues la pérdida de memoria es su síntoma cardinal. Habitualmente son olvidos de hechos relevantes y se suele asociar con alteraciones en otras funciones cognitivas como lenguaje, orientación, percepción, cálculo, atención y concentración o manifestaciones de índole conductual y psicológico, como cambios de personalidad, irritabilidad, ánimo bajo o apatía.
Al principio, la pérdida de memoria se traduce en no recordar hechos o datos adquiridos recientemente. En consecuencia, se hacen preguntas de forma repetitiva, se compra la misma cantidad de filetes cada día, no se recuerdan fechas señaladas (cumpleaños, citas médicas, entre otros) ni los nombres de personas conocidas y resulta imposible encontrar objetos guardados en lugares no habituales.
Recuerda que los olvidos ya dificultan la ejecución de las actividades diarias. En este contexto se debe consultar al neurólogo sin más demora. Hoy en día hay terapias de gran valor.
Hasta un tercio de los casos de Alzheimer podría evitarse adoptando un estilo de vida saludable, basado en estas recomendaciones:
Controle la tensión arterial, el colesterol, la glucemia y la salud cardiaca
Así reducirá de riesgo de ictus. Tome las mediaciones que le indiquen.
Evite tóxicos (tabaco, alcohol, otros)
Dejar de fumar es la medida de salud pública más influyente en la salud general. El consumo excesivo de alcohol daña las redes neuronales del hipocampo implicadas en la memoria.
Siga una dieta mediterránea
Coma sano, equilibrado, variado y con moderación. Los enemigos son la sal, el azúcar y las grasas trans. La dieta mediterránea es la más favorable.
Practique ejercicio físico moderado diario
Pasee dos horas al día. El ejercicio físico mejora la salud cerebral por mejorar la oxigenación del cerebro, reducir el riesgo de ictus y estimular la producción de nuevas neuronas.
Mantenga la actividad intelectual
Así aumenta la reserva cerebral y cognitiva y compensa la pérdida de neuronas y el declive en el funcionamiento del cerebro. Un aumento del 5% de la reserva cognitiva de la población general, reduciría la incidencia de Alzheimer en un 34%.
Participe en actividades sociales
La interacción social promueve las conexiones entre neuronas y el desarrollo de nuevos circuitos. Salga con amigos y comparta experiencias.
Reduzca el estrés
El estrés crónico provoca la muerte de las neuronas del hipocampo. Un modo de derrotar al estrés es la regulación emocional, el equilibrio justo entre razón y emoción.
Cuide el descanso nocturno
El sueño ha de ser suficiente y reparador. No dormir bien nos convierte en seres enfermos, lentos, obesos, tristes y desmemoriados.
(Información compartida del portal EFE)