La defensa de los derechos de la mujeres y de la tierra son dos luchas que confluyen en el ideario de la activista indígena guatemalteca Lolita Chávez, que reivindica que "los territorios, como nuestro cuerpo, no son propiedad".
Refugiada desde el año pasado en España por las amenazas recibidas en su país, Chávez ha sido una de cabezas más visibles esta semana en las primeras Jornadas Internacionales Feministas en Zaragoza, que han reunido a más de una treintena de activistas por la igualdad de género.
En su caso, para narrar la experiencia de una mujer que carga en una pesada mochila con las piedras del machismo y del racismo. Pero también la de una mujer que conquista derechos junto a sus compañeras y que se rebela contra los modelos impuestos de "modernidad" y de "blancura" que persiguen a su pueblo.
"Los hombres son superiores, la gente blanca es superior, la gente de dinero es superior. Y las violencias se generan precisamente por el tipo de modelo de vida que quieres imponer", explica la activista guatemalteca en una entrevista.
Chávez llegó a España el año pasado y se asentó en el País Vasco (norte) huyendo de la violencia y las amenazas por su defensa del pueblo quiché frente a la penetración de empresas en los que los indígenas consideran una explotación insostenible del territorio.
Violencia que aterriza en su pueblo de manera implacable en forma de "asesinatos, violaciones sexuales y torturas" que han quedado en la impunidad, denuncia.
"A nosotras nos violan, nos secuestran y nos generan un acoso sexual y estigmatización" que no sufren los hombres, reconoce Chávez, finalista el año pasado del Premio Sájarov, que el Parlamento Europeo entrega cada año en reconocimiento a la defensa de los derechos humanos.
Esa lucha constante provoca en ella emociones encontradas que la activista expresa así: "Siento la injusticia sobre mi pueblo y me pesa mucho: ya pasamos guerra, ya pasamos tanta represión, mi mamá y mi abuela lo pasaron tan mal, y ahora yo". Y se pregunta que hasta cuándo.
Sin embargo, la guatemalteca, que luce con orgullo la vestimenta tradicional y trata de conservar sus costumbres en el exilio, alberga en su rostro un brillo de esperanza: se encuentra a la espera de conocer las conclusiones del Parlamento Europeo sobre si sería o no seguro para ella regresar a casa.
"No perder la comunicación con el pueblo y soñar el retorno es muy inspirador", explica Chávez.
Y, mientras, esta profesora de Guatemala explica que sigue "tejiendo redes" y aprendiendo sobre las teorías feministas, que luego transmite a sus compañeras en su país.
Aunque remarca que sus antepasados, su madre o su abuela, siempre fueron feministas: "Nunca me hablaron de feminismo pero tenían una práctica feminista no nombrada, pero sí desarrollada".
"Tú lo vives, tú lo mamas, te crías con eso y al final lo sueltas y es lindo. Porque a mí la gente me pregunta: '¿De dónde sacas tanta fuerza?'. Y parte es de ellas, que nos dieron sabiduría en otro contexto y en otro momento", matiza.
Una sabiduría ancestral que también se transmite de generación en generación en el respeto a la tierra, el agua y las montañas.
En su región, donde las mujeres dedican una gran parte del tiempo a los cuidados no remunerados y a las actividades agrícolas, siguen luchando porque la tierra no sea propiedad, ya que la gran mayoría de los casos pasa a manos de hombres o de grandes compañías.
Por eso, Chávez no duda a la hora de repetir una vez más su llamado: "Si dejamos que estas empresas sigan caminando de forma acelerada, no estará en riesgo solo nuestro pueblo quiché, sino toda la humanidad".
Con información de EFE