Un hábito común en la infancia puede estar revelando más de lo que imaginas sobre las emociones de tu hijo. Descubre qué lo causa y cómo ayudarlo a superarlo de manera efectiva.
Únete al canal de Whatsapp de WapaMorderse las uñas es un hábito común en la infancia, pero muchas veces los padres se preguntan qué hay detrás de este comportamiento y cómo pueden ayudar a sus hijos a superarlo. Según la Academia Americana de Pediatría (AAP), este comportamiento, conocido como onicofagia, es frecuente en niños y adolescentes, y puede estar relacionado con el estrés, la ansiedad o simplemente con la imitación de conductas.
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Desde el punto de vista psicológico, morderse las uñas puede ser una respuesta a situaciones de tensión, nerviosismo o aburrimiento. La Asociación Americana de Psicología (APA) indica que este hábito puede actuar como un mecanismo de autorregulación para calmar emociones intensas. En algunos casos, también puede estar relacionado con el perfeccionismo o con la necesidad de canalizar energía acumulada.
Si bien en la mayoría de los casos no representa un problema grave, cuando el hábito se vuelve persistente y genera daños en los dedos, infecciones o impacto en la autoestima del niño, es recomendable intervenir.
Morderse las uñas de manera frecuente puede tener efectos tanto físicos como emocionales. Entre las consecuencias más comunes se encuentran:
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Si tu hijo tiene este hábito, es importante abordarlo con paciencia y comprensión. Estas estrategias pueden ser de gran ayuda:
Observar en qué momentos el niño se muerde las uñas puede dar pistas sobre el motivo. Si lo hace cuando está ansioso o aburrido, es clave ayudarlo a gestionar esas emociones con otras actividades.
Proporcionarle objetos como pelotas antiestrés o plastilina puede servir como una vía para canalizar su energía sin dañar sus dedos.
En lugar de regañarlo, felicítalo cuando logre evitar el hábito. Puedes crear un sistema de recompensas que motive su progreso.
Unas uñas bien cuidadas reducen la tentación de morderlas y previenen infecciones.
Existen esmaltes especiales con un sabor desagradable que pueden disuadir el hábito sin ser agresivos.
Actividades como la meditación, la respiración profunda o el dibujo pueden ayudar a los niños a manejar mejor su ansiedad y reducir la necesidad de morderse las uñas.
Si el hábito persiste o interfiere en la vida diaria del niño, puede ser útil consultar con un psicólogo infantil. Un especialista podrá trabajar en técnicas específicas para abordar la ansiedad y mejorar el autocontrol del niño.
Abordar la onicofagia con empatía y estrategias adecuadas puede marcar una gran diferencia en la vida del niño. Con paciencia y apoyo, es posible ayudarlo a superar este hábito de manera positiva y saludable.